viernes, 20 de noviembre de 2015

Balada del cantor enamorado



Anoche, en el Teatro del Viejo Mercado, Juan Martín Di Salvo presentó su primer disco, “Resolana”, junto a muy buenos músicos que, además, son sus amigos. No es un dato al pasar porque se nota que Di Salvo admira y quiere a sus músicos, del mismo modo que adora cada canción de su repertorio. En rigor, Juan Martín no las llama así, ni dice “el próximo tema”: habla siempre “de la siguiente obrita” casi como posara su mano en el pecho de los autores y compositores que nos han regalado semejante hermosura. Porque Di Salvo, acaso por aquello de su abuelo cantor o acaso por el día en que su padre lo llevó a escuchar a Eduardo Falú, es un enamorado de la belleza y la música.

Por eso se toca el corazón cuando su dulce voz se arraiga en las “obritas” mientras que, dulcemente, las ofrece a un público embelesado por su gracia. Su pasión se desparrama entre las mesas y vuelve en aplausos de amor después de cada chacarera o cada gatito, compartiendo con Martín su mirada enamorada ante tanta preciosura. Criollita santiagueña, Pescadores de mi río, Lejana tierra mía, La enredadera y el ceibo, Vallecito y Resolana, por nombrar sólo algunas, con tremendos acompañamientos de Hernán Fredes, Carlos “Piri” Delgado, Pablo Hernán “Fino” Mastromarini y Juan Manuel Avilano, más las participaciones de Franco Luciani, Eduardo Spinassi y Marcelo D´ Uva.

¿Dijimos ya que son sus amigos? Ellos también están enamorados de esas músicas nuestras que le cantan a la mujer a la que nunca le dijimos nada, y acompañan a Martín en el rescate de obras que no son de las más transitadas. Di Salvo las fue escuchando una y otra vez, y las sigue leyendo hasta encontrarle nuevos sentidos. Por eso es un recitador notable en el que afloran sus lecturas y una sensibilidad puesta al servicio del lucimiento de la canción y no del artista. Hablamos de un artista exquisito que si es preciso puede sonar como Zitarrosa o Guarany, pero que canta como si diera una serenata. Allí está su amada, la mujer o la poesía, y aquí está Juan Martín, su dichoso cantor enamorado.  

Por Carlos Semorile.

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