domingo, 28 de agosto de 2022

Otrosídigo


   La épica jornada de ayer nos dejó sobrados motivos para sentirnos orgullosos de lo que somos capaces los peronistas cuando actuamos como movimiento hostigado y perseguido. Y si bien no quiero ni una sola sombra sobre esta alegría que nos merecemos porque la supimos conquistar, tampoco quiero que pasemos por alto que ayer estuvieron a punto de reprimir y/o detener al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, o que olvidemos que apalearon al diputado Máximo Kirchner, ni que filmaron a los manifestantes y dejaron un volquete con piedras para pudrir la convocatoria, o que se detectó a un infiltrado portando un cuchillo. Y si la decisión política de nuestros enemigos es avalar a las fuerzas represivas y a sus servicios para cometer cualquier desborde criminal, es obligación del Presidente y sus ministros (¿Aníbal vive?) resguardar la integridad de la Vicepresidenta y de los demás representantes del pueblo argentino. Cuesta muchísimos años que se formen dirigentes de la talla de todos los nombrados, y no hay que dejar ningún resquicio para que nos los arrebaten. Poniendo el cuerpo, sí, pero también exigiendo que el Poder Ejecutivo ponga los límites institucionales que ayer brillaron por su ausencia.

 

 Por Carlos Semorile.

martes, 9 de agosto de 2022

"Identificaciones"

Hasta el 4 de septiembre puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra “Identificaciones” de Ernesto Deira, quien a principios de los ´60 formó parte de los pintores de vanguardia que apostaron por la “Nueva Figuración”. Se proponían apartarse tanto de “la abstracción como las formas tradicionales de representación (…) Tras exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes, el grupo se separó definitivamente en 1965”.

 

Seis años más tarde, Deira encara la realización de las siete obras que integran “Identificaciones” y que reflejan un estado de situación tanto a nivel mundial como local que de seguro conmovió su sensibilidad de hombre de izquierda y de genuino hombre de derecho (pues también era abogado). Como dice la directora artística del Museo, Mariana Marchesi, “Sin dudas, el asesinato de Ernesto ‘Che’ Guevara en Bolivia era el hilo conductor de este breviario de la violencia.

 

Así es: en el cuadro que preside la muestra, los genitales de la figura central están tapados por la imagen de un “ranger”, el cuerpo de elite encargado de capturar y matar a Guevara. Por detrás, como esfumado, aparece un cuerpo yacente que remite al del propio Che expuesto en la lavandería del hospital de Valle Grande. Y a un costado, en una caja, unas manos que -como sabemos- sus asesinos le cortaron para tener la certeza de que se trataba del guerrillero argentino-cubano.

 

Cuando “Identificaciones” se presentó por primera vez en septiembre de 1971 en la Galería Carmen Waugh de Buenos Aires, Deira manifestó: “Mi pretensión es sacudir a la pequeña burguesía, público habitual de esta clase de exposiciones, y enfrentarla, a través de un elemento simbólico, con la realidad cotidiana”.

 

Creemos que a través de la crudeza de estas pinturas, donde el negro está muy presente en cada una de la telas y donde las manos vuelven a aparecen separadas de los cuerpos, Ernesto Deira hizo aún más: profetizó el tiempo que advenía a cubrir de sombras las vidas de los más y a mutilar un tejido social que, transcurridos los años, iba a buscar en esas manos y en esos cuerpos –desmembrados o no- los signos que hicieran posible las identificaciones de las identidades.

 

En el caso de Juan Pablo Maestre –que fue retratado por Deira junto a una versión del Cristo de Mantegna-, esa identificación fue posible por un hecho fortuito: desatada la cacería sobre los dirigentes de las FAR, pasó a la clandestinidad y se refugió en lo de una compañera, lugar donde su hermano Eusebio advirtió que usaba un calzoncillo color amarillo. Esta singularidad, publicada por la prensa sensacionalista, hizo posible rescatarlo de una anónima tumba como N.N. en Escobar.

 

Todo esto nos lleva a las reflexiones que escribió Horacio González en “Fusilamientos”, el último de sus libros póstumos: “Reconocer la dificultad de la traducción entre pintura e historia, como ensayan los grandes maestros de ambos rubros, sería hablar a partir de la incompatibilidad de ambas situaciones, pues el hecho artístico se halla en el interior de una historia que cree no precisarlos y la historia puede ser un arte cuando se la narra de un modo y con estilo que también no se atrevería a desdeñar. Eso, si lo que la engalana no perturba el reto efectivo de los hechos. Pero partimos de una incompatibilidad, para no conceder erróneamente que un hecho atestiguado por ojos humanos como vida social realmente acontecida, no pueda tener su correlato pictórico inspirado en un irrefrenable realismo (…) Esta incompatibilidad debe ser bien recibida, es evidente; es la que nos lleva a lo infinito de cualquier reflexión sobre los huidizos puntos de contacto entre pintura e historia”.

 

La reflexión sobre la incompatibilidad entre historia y pintura nos toca de cerca: conocimos la opinión de Juan Pablo sobre el efecto desmoralizante que las dictaduras de los ´60 buscaban sembrar en la militancia mediante la publicación de las descarnadas fotos de los torturados y asesinados, y ahora –más de 50 años después y cuando hace rato que el Poder ya no exhibe su barbarie sino que la oculta- vemos que su imagen vuelve a un presente que cree no precisarlo.

 

Como supone poder desdeñar todas estas imágenes de “un irrefrenable realismo” que no sólo dan cuenta de hechos atestiguados “como vida social realmente acontecida”, sino que siguen siendo proféticas en la medida en que el mundo sigue tan desigual como convulsionado (González diría: “¿Y qué época no lo es?”). Por ello pensamos que “Identificaciones” debe verse desde un humanismo compungido pero alerta, y que debe continuar en circulación.

 

Porque, además, la acompaña la historia de haber sido una muestra que permaneció ella misma desaparecida tras haber viajado al Chile de la Unidad Popular. Y porque los hijos de Deira no dejaron de luchar por su devolución desde que Luis Felipe Noé descubrió en Santiago que los cuadros no habían sido destruidos, sino que estaban en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile. El legado de Deira perdura en su genética y, gracias a ello, hay y habrá “Identificaciones”.

 

Por Carlos Semorile.