lunes, 27 de noviembre de 2023

Recuperar la capacidad de pensar

    En 1957, García Márquez emprendió un viaje por los “países del Este” –como quien dice por los suburbios del “mundo bien”-, y lo primero que hubo de constatar es que “La cortina de hierro no es una cortina ni es de hierro. Es una barrera de palo pintada de rojo y blanco como los anuncios de las peluquerías”. Como ya tenía varios años de periodismo sobre el lomo, también hizo un diagnóstico sobre la mala praxis del oficio: “Pero doce años de propaganda tenaz tienen más fuerza de convicción que todo el sistema filosófico. Veinticuatro horas diarias de literatura periodística terminan por derrotar el sentido común hasta el extremo de que uno tome las metáforas al pie de la letra”.

 

A raíz de nuestra experiencia con las corporaciones de medios de comunicación, podríamos agregar que justamente ése es el cometido de tales “metáforas”: que el pueblo las tome por la realidad misma. Los creadores y propagandistas de la mentada cortina de acero como símbolo de inhumanidad extrema y de una brutalidad que debía soliviantar a los millones que vivían en “el mundo libre”, era los mismos que habían tirado dos bombas atómicas en Nagasaki e Hiroshima.

 

Que hayan logrado amansar el estupor ante semejantes crímenes aberrantes y que hayan conseguido direccionar la rabia frente a un telón inexistente, habla de cómo la mal llamada “irritación de la gente” es otro producto de un aparato de propaganda que trabaja sin descanso por generar una indignación selectiva que, una vez instalada, vuelve muy difícil que el sentido común recupere los saberes de “todo el sistema filosófico” amansado laboriosamente a través de milenios.

 

Hace unos años tuvimos un preludio de lo que ahora se prometió respecto de la dolarización durante la campaña presidencial, y fue cuando se consumó el picoteo cerebral en contra del supuesto “cepo”. Y aquí repetimos lo que ya escribimos en agosto de 2018: “Por entonces, “la gente” –otra “palabrita” discutible- comenzó a creer que el famoso “cepo” le impedía progresar en verdes, cuando en verdad podía vivir y proyectar en pesos (...) el famoso “cepo” (palabra con reminiscencias “mazorqueras”, pero también “martinfierristas”, aunque éstas últimas se las ocultaron) fue un invento para que usted no advirtiera que, en realidad, se trataba de una política destinada a evitar que esta runfla de especuladores lograse fugar divisas y que, en cambio, las mismas estuviesen al servicio de todo lo que hoy peligra, como salud, educación, consumo y empleo. También sirvió para que usted se sintiese solo y resentido, abrumado por la artificial sensación de hallarse metido en el cepo de “los mazorqueros de La Cámpora”, mientras iba siendo empujado a embretarse solito en una “leva forzosa” de lectores de Clarín, oyentes de Radio Mitre, y televidentes de TN y Canal 13 que, movidos por el odio, metieron sus propias cabezas –pero, ay!, también las ajenas- en este cepo real –no imaginario- donde sus pesos y sus ahorros no valen nada”.   

 

Volviendo al punto, que son los medios y el modo en que enturbian los que debiera ser prístino, Norberto Galasso contaba que en 1956 fue invitado a sumarse a una mesa del café de su barrio donde se discutía de política. La voz cantante la llevaba un furibundo anti peronista, hasta que un miembro de la resistencia lo cortó diciendo: “Che, pero usted miente como un diario”. “Fue la primera vez en mi vida que yo tomé conciencia de lo que era la libertad de prensa”, remató Galasso.

 

De esta anécdota nos interesa rescatar dos cosas: que la palabra “libertad” continúa secuestrada por los dueños de todas las cosas, pero que en 1956 todavía era posible desarmar el argumento de un “manijeado” diciéndole que mentía como un diario. Cincuenta años más tarde, Fidel Castro le pintaba a Ignacio Ramonet un panorama mucho más sombrío: “Cuando surgieron, los medios masivos se apoderaron de las mentes y gobernaban no sólo a base de mentiras, sino de reflejos condicionados. No es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado. La mentira afecta al conocimiento; el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. Y no es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar”. Por lo cual, agregaba Fidel, tenían a todos los pobres y explotados repitiendo “El comunismo es malo”.

 

En estas latitudes, la propaganda nunca dejó de batir el parche contra el socialismo en cualquiera de sus variantes, pero el reflejo condicionado está enfocado sobre el peronismo. Lo cual está muy bien retratado en “El negro corazón del crimen”, la novela que Marcelo Figueras sitúa en plena revolución “libertadora”. Mientras el establishment volvía a entregar el país al capital extranjero, algunos sectores sociales se enardecían si les vendían un caso de inmoralidad, aunque fuese inventada: “la idea había sido condicionarlos, de modo que (…) cada vez que escuchasen “peronista”, pensasen “delincuente”.”

 

Nunca hubo 70 años de peronismo, pero en cambio hubo muchos más años de delincuencia periodística al servicio de un proyecto de país para muy pocos que se sostiene sobre la “sociedad homogénea por arriba” y “astillada por abajo” que dejó como secuela la Dictadura Genocida. Con el agravante de que los astillados consumen 24 “horas diarias de literatura periodística” y muchos van quedando pegados al reflejo condicionado y van perdiendo la capacidad de pensar con otros. Acaso haya que empezar todo desde cero, escuchando los motivos del enojo, pero explicando por qué no se cruza con el semáforo en rojo.

 

Por Carlos Semorile.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Impermeables a la dialéctica

   Ayer contaba una compañera de las redes que estuvo dos horas tratando de razonar junto a un laburante que tiene asegurados todos sus derechos laborables, y el tipo estaba empacado en que el peronismo y los sindicatos son los responsables del precio del pan porque, en el fondo, son todos chorros. La compañera Claudia decía, a modo de reflexión y síntesis, que los medios hegemónicos han hecho un gran laburo sobre las conciencias como para lograr este nivel de desnorte.

 

Coincido en que este presente no se explica sin el permanente picoteo sobre quienes son asediados en su subjetividad, y con el agregado de que los destinatarios no logran percibir que sus “ideas” no les pertenecen. Como esto ya fue dicho muchas veces de muy diversas maneras, seamos más enfáticos y vayamos un pasito más allá: lo que han instalado los grandes medios es un “sentido común” impermeable a la dialéctica, cerrado como a una ostra a cualquier intercambio de opiniones, poco y nada dispuesto a parar la oreja ante razonamientos que contradigan las zonceras que han aceptado como verdades reveladas, y que son –como decía Buenaventura Luna- “puro ripio”.

 

Así están las cosas al inicio de un nuevo ciclo neoliberal, por eso no alcanzó con declamar que la grieta estaba muerta y enterrada, ni que la unidad nacional pasara por ofrecer cruciales gabinetes ministeriales a fuerzas tan opositoras como dañinas, ni que se fuera a lograr mediante la suma de personajes impresentables. Nunca fue tan angosta “la ancha avenida del medio” porque, merced al enemigo que escancia odio en los oídos de millones, el humor social está tapiado e indealectizable.

 

Este es el motivo, y no una crueldad gratuita, por el que muchas compañeras y compañeros dicen que estos monotributistas de la sordera sólo comenzarán a salir de su error cuando la realidad los golpee de manera brutal y, tal vez entonces, dejen de repetir jerárquicos eslóganes digitales y puedan volver a conversar en la horizontal dimensión humana. Mientras tanto, parafraseando a Joyce, la historia será una pesadilla de la que estaremos intentando despertarnos.

 

Por Carlos Semorile.

jueves, 16 de noviembre de 2023

Memorias Grávidas


    Ayer a la tarde estuvimos en el Centro Cultural de la Cooperación para asistir a la presentación de una nueva edición de “Subasta de Almas – Armenia Arrasada”, el libro que recoge el testimonio de Aurora Mardiganián, joven armenia que sobrevivió al genocidio turco que se extendió desde 1915 a 1923 y que, habiendo perdido a toda su familia, tuvo la lucidez de narrar todos los padecimientos y atrocidades de los que fue víctima y testigo, hasta que en 1917 pudo refugiarse en EE.UU.

 

Como dice la propia Aurora, su relato se inicia en su ciudad natal de Chemesh-Guedzak en abril de 1915 cuando ella apenas contaba con 14 años y, siendo hija de un banquero, la entusiasmaba la promesa de su padre de que continuaría sus estudios en un colegio europeo. En vez de ello, las Pascuas de 1915 significaron la puesta en marcha del proyecto genocida que los Jóvenes Turcos habían acordado en un congreso desarrollado en secreto en la ciudad griega de Salónica en 1910.

 

Si en “Operación Masacre” Rodolfo Walsh tuvo que salir tras el rastro de ese “fusilado que vive”, en el caso de “Subasta de almas” otro periodista, el norteamericano Henry Leyford Gates, tomó la traducción al inglés de la narración que Aurora hizo en armenio y llevó adelante un proceso de trasposición para que la literalidad del original diera paso a un texto legible para el público de habla inglesa. Ese primer libro fue llevado al cine un año más tarde y la propia Aurora trabajó en el film.

 

Ese mismo año se publicó una versión en castellano y cuarenta años después, en 1959, el padre del paisano Eduardo Kozanlián recibió como obsequió aquel primer ejemplar que despertó el interés de su hijo por la vida de Aurora Mardiganián y por la película basada en su testimonio. Nacido en Rumania en 1947, y residente en la Argentina desde 1952, la persistente identidad armenia de Eduardo le permitió identificar y rescatar en 1994 unos fragmentos de la película perdida.

 

Hoy, además, es el editor a cuyo cuidado y dedicación debemos esta nueva edición de “Subasta de almas” que cuenta con una traducción de Vartán Matiossián, realizada directamente del original en inglés y que se ve enriquecida por las notas de carácter histórico, pero también sociológico y político, que corroboran lo que siempre se supo: que lo que Aurora contó a sus primeros interlocutores está sólidamente anclado en la realidad. Ahora, sólo resta leerla para albergarla en nuestras almas.   

 

Un primer acercamiento a la desgarrada potencia del texto de Mardiganián la tuvimos anoche a través de la lectura que hizo Cecilia Rossetto de algunos pasajes escogidos (imposible verla y no volver a pensar en que “nadie sabe lo que puede un cuerpo”). Allí quedó plasmado de modo indeleble lo que antes y después dijeron los panelistas de distintas maneras, pero con similar énfasis: ni aún el exterminio más implacable puede sofocar la dignidad hecha resistencia.

 

Porque tampoco el negacionismo más canalla está en condiciones de controlar lo que viaja en el ejercicio de la “memoria fértil” (como recordó Ulises Gorini que reclamaban las Madres de Plaza de Mayo), o en las memorias grávidas como la de Aurora que son capaces de situarnos en el corazón de un tiempo que siempre parece reclamarnos que no olvidemos porque corremos el riesgo de dejar insepultos a nuestros caídos en la constante lucha entre la cultura y la dizque “civilización”.  

 

Esa “civilización europea” que, como dijo Raúl Zaffaroni, siempre mira para otro lado cuando no se trata de sí misma, de su decadencia y su inagotable vacío. Ya lo había advertido Aimé Césaire en su “Discurso sobre el colonialismo”, cuando en 1950 sostuvo que el nazismo europeo sólo se espanta cuando sucede en Europa y se aplica sobre población blanca: “Al final del capitalismo, deseoso de perpetuarse, está Hitler. Al final del humanismo formal y de la renuncia formal, está Hitler (…) Europa es responsable frente a la comunidad humana de la más alta tasa de cadáveres de la historia”.

 

Podemos -y debemos- ampliar y decir Occidente en vez de Europa, y volver a afirmar junto con Patricio Guzmán que “Quienes tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente. Los que no la tienen, no viven en ninguna parte”. No queremos ni el humanismo formal ni la renuncia formal. Queremos ser capaces, como lo fue Aurora Mardiganián, de vivir en “el frágil tiempo presente” con coraje y lucidez.

 

Por Carlos Semorile.