lunes, 12 de diciembre de 2022

El VAR en el bondi!!!

 

Cuando en 2017 comenzó a implementarse el VAR en un River-Lanús por la Copa Libertadores, alertamos: “Como suele suceder entre el cipayismo vernáculo, algunos comentaristas deportivos están que se gorilean encima de gusto por “el cambio”. Olvidan, o acaso desconocen, la historieta -¿profética?- donde a Boogie El Aceitoso lo hacían recorrer las entrañas de un estadio para mostrarle el funcionamiento de las nuevas tecnologías aplicadas al fútbol. Efectivamente, mediante cámaras, los asistentes de la cabina anulaban un gol o cobraban mal un penal. De inmediato, comenzaban a sonar alarmas pues desde la tribuna perjudicada les tiraban un misilazo. Salido de entre los escombros, el resignado especialista informático le decía a Boogie algo así como: “Claro, ellos también usan las nuevas tecnologías”.”

 

Ayer hicimos un trayecto corto desde la estación de trenes a casa, pues veníamos muy cargados y hacía un calor africano. Son apenas tres paradas, las dos últimas muy seguidas. Tocamos el timbre para la última, y el chofer nos paró en una tierra de nadie entre ambas. Empezó una de esas discusiones que antes se zanjeaban con un “¿Qué mirás, bobo?”, pero que el fercho dio por terminada apelando a una cámara que relaciona pasajero/timbre y parada: “¿Y entonces por qué me marca acá?”. No sé, hermano, pero no creas todo lo que te muestran. Porque puede que el rigor calvinista de tu tajante respuesta se te vuelva en contra, y ese día vas a añorar el valor de una gauchada.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Cristina y nosotros mismos


    En 2017 Hebe dijo que Néstor y Cristina hicieron una revolución pues durante sus gobiernos “fuimos felices, aunque les parezca mentira”. Después de tanto sufrimiento y dolor, Hebe reivindicó esa dicha de su pueblo –del pueblo junto al que lucharon sus hijos- como “la revolución más maravillosa que nunca se vio en este país”. Si alguien desde el pejotismo fosilizado cuestiona esta aseveración, habrá que recordarles que hasta 2003 el peronismo estaba más que desahuciado.

 

Esa revolución consistió, al igual que la de la primera década ganada -1945/1955-, en brindarle a cada quien “un pequeño horizonte para cada esperanza”. La frase es un acierto de Scalabrini para sintetizar lo que significó aquel peronismo inaugural (Quizás hay más diferencias entre la Argentina anterior y posterior a Perón, que entre la Francia anterior y posterior a la Revolución Francesa”), pero también a cualquier revolución que, aún con sus pifies, sea capaz de generar ese horizonte.  

 

Esa esperanza que muchas argentinas y argentinos sentimos entre 2003 y 2015 estaba fundada en realizaciones concretas que implicaban la transformación de “la realidad efectiva” en beneficio de los humildes, y también en una serie de gestos simbólicos -de lo que comenzó a llamarse “la batalla cultural” (al “Profe” González le disgustaba el término)- que implicaban otro tipo de disputa: la del uso de la palabra y, a la vez, la de ser capaces de cuestionar el sentido de las palabras.

 

En esta línea, más allá de todas las conquistas palpables y simbólicas que tuvimos durante el gobierno de Néstor, la formidable capacidad retórica de Cristina hizo la diferencia. No dejó nada sin explicar para que todas y todos estuviésemos en condiciones de leer y de traducir el mundo convulso en que nos toca vivir, y que ya no puede ser comprendido bajo preceptos ideológicos o doctrinarios que sirvieron de guía para alumbrar otras épocas no menos complejas, pero ya pasadas.

 

Y es todo este conjunto de reparaciones (materiales, simbólicas, culturales) el que ayer fue condenado en un fallo sin sustento jurídico y de neto contenido político, una sentencia que Cristina se encargó de dilucidar en su matriz mafiosa para que millones de compatriotas tomen conciencia de que estamos cautivos de un estado paralelo que tiene una condena ya escrita para cualquiera que se atreva a modificar el statu quo. Creo que en Clarín lamentaron mucho la bala que no salió.

 

Quiero decir: no hacía falta ir a incendiar las instalaciones del monopolio o dinamitar Comodoro Py. La mujer que nos conduce, la que ya no dialoga sólo con la inestable dinámica del presente sino con la Historia, los hundió para las generaciones de hoy y las del incierto porvenir. La patada en los huevos que ayer se comió el sistema patriarcal entendido como un entramado de hombres y mujeres que apuestan al tutelaje, sólo podía dárselas la eterna compañera de Néstor.

  

Lo hizo a través del poder de la palabra, y nadie –sea semiólogo o no- debería menospreciar aquello que decía Walsh: el grado de movilización incalculable que puede lograr un texto bien escrito. Un texto histórico. O una voz templada en mil batallas, esa que nos toca el corazón.

 

Por Carlos Semorile.