Esta despojada
frase lo retrata de la mejor de las maneras: Silvio es el poeta de la pupila
insomne, el cronista de un fervor revolucionario, el que un día se subió sobre
sus derrotas e hizo una oda a su generación.
Y nos marcó a
todos porque, más allá de los rótulos, él no protesta. Mucho menos es solemne. Silvio
no precisa gritar para dejar testimonio, ni sobreimprime un discurso sobre lo
que sus canciones ya dicen.
Es el atento trovador
antiguo, el que nos avisó que “el horizonte es el espanto”, y que “el amor es
el más puro néctar contra la tristeza”. Anoche, cien mil almas cantamos en
Avellaneda los versos del hombre despierto, con sureños aromas de amor y sus memorias
de resistencia.
Por Carlos Semorile.