lunes, 15 de enero de 2024

Festivales y figuras, entre "tradicionalistas" y tradicionales

 

   Alguna vez escribimos que en la política argentina pasa un poco –un poco bastante, a decir verdad- lo mismo que pasa con el folklore, que está lleno de “tradicionalistas” que son los dueños de las figuras, de sus legados y de la exégesis que debe hacerse sobre los mismos. Y que quienes controlan los diccionarios -políticos y folklóricos, puntualizamos ahora- determinan qué cosas pueden decirse, dónde es adecuado decirlas y cuándo guardar un silencio prudente y cómplice.

 

El sábado en el Festival de Jesús María, Peteco Carabajal tuvo un gesto de coraje cívico que cualquier criollista no dudaría en calificar como tradicional de los nativos de estas pampas. Hoy los “tradicionalistas” salieron a cruzarlo por su atrevimiento, usando el lenguaje de las investiduras que deben respetarse, aunque los ungidos vengan degollando. Cuando discutamos de verdad los legados y los diccionarios, se verá cuántos reaccionarios se cobijaron bajo el generoso poncho del folklore, que los legitimó como artistas masivos sin que nunca dieran una prueba de defender en serio los intereses populares.  

 

Por Carlos Semorile.

En todo soy argentino y en todo soy nacional


 

   “Al paso que van los años,

sólo tienes lo que das.

No te duermas, Capataz,

sobre el rumbo de la estrella,

si vas abriendo una huella

pa´ que sigan los de atrás…

         

   Soy del llano o de la selva,

del cerro o del Litoral.

Pa´ mí, no todo es igual…,

y pa´ no errar el camino,

en todo soy argentino

y en todo soy nacional”.

 

Buenaventura Luna, 1953.

 

Si recurrimos a estos versos de Eusebio Dojorti para hablar de “Norberto Galasso. Pensar en nacional” es porque nos parece que sintetizan la labor de todos aquellos hombres a los que Galasso dedicó su vida de investigador y escritor comprometido con la causa del pueblo, sirviendo él mismo de puente para que sus huellas permanezcan y las “sigan los de atrás”, porque “las ideas necesarias siempre se imponen, se irradian, tardan a veces en imponerse, pero logran imponerse porque se encuentran con la realidad”.

 

La bonhomía de Galasso, su don de gentes y su carácter afable, no son incompatibles con su diáfana y firme defensa de ese pensar en nacional que caracterizó a Jauretche, Scalabrini, Arregui, Cooke, e incluso a él mismo.

 

Cuando habla de ellos en el documental, lo hace con una capacidad didáctica envidiable a la cual suma una emotividad apenas perceptible, pero profunda y cálida en el modo tierno en que rescata sustantivas anécdotas.

 

Es poco común encontrar a un pensador tan ecuánime en sus opiniones y que es capaz, por ejemplo, de exponer los ásperos debates entre Perón y Cooke sin juzgar ni condenar cada una de las opciones que plantearon.

 

También es notable la manera es que sale airoso de planteos que se desvían del conflicto medular de una etapa, y lo hace sin necesidad de estridencias, enojos ni, mucho menos, la descalificación del consultante.  

 

La importancia de Galasso está sustentada en más de sesenta años de publicaciones (folletos, artículos, libros) más presentaciones, debates, su propia escuela de formación, pero sobre todo en su lucidez para nunca “errar el camino”: de todos los papeles y carpetas que se desparraman por sobre su escritorio, sus bibliotecas y hasta en el piso de su estudio, la única vez que lo vemos corregir la posición de una imagen es cuando centra la foto enmarcada donde se lo ve junto a la expresidenta Cristina Kirchner.

 

Por todas estas razones, debemos agradecerle a Federico Sosa por haber pergeñado este valiosísimo documental, y a Norberto Galasso todo lo que ha escrito, pensado, perseverado y militado como argentino de la querencia popular de los nacionales. Pues esa es la única corriente que nos hermana.

 

Por Carlos Semorile.

jueves, 11 de enero de 2024

La motosierra pesa, pero no piensa

 

 

Cuando aparecen en la escena política ciertos instrumentos que gravitan por sus dimensiones y/o su capacidad de daño, conviene recordar aquella frase que en los años ´70 advertía: “Los fierros pesan, pero no piensan”.

 

Una evidencia empírica de la validez de esta idea la tenemos en el fin del Terrorismo de Estado: tras la derrota de Malvinas, la Dictadura Genocida no pudo evitar sufrir otra caída decisiva, esta vez en el plano de la política. 

 

La posesión de los patrulleros, las metralletas, las granadas, los camiones hidrantes y -llegado el caso- los helicópteros y los tanques, ejercieron una suerte de hechizo respecto de que la dominación era un tema resuelto.

 

Pero la hegemonía –en griego dominación se dice “hegemonía”- es un asunto más complejo que el monopolio estatal de las fuerzas represivas, y exige un conjunto de prácticas políticas que buscan obtener consenso.

 

A un mes de iniciado el ciclo ultraliberal, es posible afirmar lo mismo que se hacía evidente durante la campaña electoral del autopercibido reyezuelo: que la motosierra pesa, pero no piensa. Al menos, no en el pueblo.

 

Como herramienta, la maquinola destaca por su volumen, y como “fierro” aplicado a situaciones de índole política, por su capacidad de daño: por eso se les preguntaba a sus cultores de qué lado de la misma creían estar.

 

No era una pregunta capciosa, ni mucho menos una chicana gratuita: era una invitación a pensar por fuera del hechizo de que un chirimbolo gigante iba a ser capaz de resolver cuestiones económicas, políticas y sociales.

 

La aplicación a mansalva de la citada sierra a motor, no ha hecho más que agravar todos los problemas existentes y es por ello que, previendo la respuesta de buena parte de la sociedad, nos amenazan con más fierros.

 

Pero lo que aquí nos interesa es la segunda parte de la frase que citamos al inicio, cuando avisa que los cacharros no piensan por sí mismos, y que si te dicen lo contrario es porque su aplicación supone ideas contrarias a tus intereses. Y, ya que estamos, lo mismo pasa con esos aparatitos llamados celulares y que –al parecer- tanto han tenido que ver con el triunfo de la casta usuraria: el celu tampoco piensa y si te da todo resuelto, desconfiá. Es sólo un fierrito, pero usalo bien porque trafica ideas que te joden la vida.

 

Por Carlos Semorile.


miércoles, 10 de enero de 2024

Conciencias desdichadas

 

Una de las preguntas más bravas con que este nefasto presente nos interpela a diario, es cómo fue que dimos por descontado que había un piso mínimo de reglas de convivencia democrática que estaban aseguradas.

 

Desde luego, la persecución judicial a Cristina con el propósito de proscribirla como candidata y el posterior intento de asesinarla, dieron paso a un tiempo de penumbras que muchos no quisieron leer en profundidad.

 

La dinámica del proceso electoral nos encontró peleando palmo a palmo con un conjunto de conciencias desdichadas que, hasta el día de hoy, se niegan a reconocer que metieron la gamba de una manera espantosa.

 

No hay sector de la vida económica, laboral, cultural, comunitaria, barrial y hasta vecinal que no sufra el atropello de este thatcherismo entreguista de quienes se posicionan como ingleses para tratarnos como irlandeses.    

 

Hay un desembozado propósito de desquiciar cualquier ordenamiento político, social y jurídico, que millones de compatriotas lo van sintiendo en sus bolsillos, pero también sienten la humillación de ser descartados. No es desaforado pensar que justamente este sea el designio de una política impiadosa para con todos los que, en algún momento u otro de los gobiernos kirchneristas, creyeron en sus derechos: éstos deben ser escarmentados.

 

Esta ofensa es tan unánime que resulta difícil comprender cómo la eluden aquellos que dieron su voto a quienes los desprecian, pero se las arreglan para enquistarse en un pliegue recóndito de sus malas conciencias.

 

La desazón es muy grande entre quienes sí la vimos venir, y no fuimos escuchados por quienes prefirieron su odio antes que cualquier intercambio dialéctico de esos que formaban parte de la vida política de los pueblos.

 

Algunos suponemos que la realidad es una escuela tan implacable como ineludible, y que poco a poco muchos advertirán que el daño que pensaban provocarles a otros, está recayendo sobre ellos y sus afectos más cercanos. Sin embargo, nos parece que el problema de las conciencias desdichadas va a perdurar más allá del tiempo que dure este atroz experimento, y que no será fácil lidiar con todo el cúmulo de reproches cruzados que nos estamos haciendo unos a otros. Y visto en perspectiva, no podemos darnos ese lujo. 

 

Por Carlos Semorile.

viernes, 5 de enero de 2024

Esto ya lo escuché

 

Me refiero a la frase “Hay que darle tiempo”. Y esto ya lo conté: en pleno menemismo un querido tío mío (que la yugó desde pibe y toda la vida, y siempre anduvo militando contra el "sentido común" que instalan los medios), este tío, decía, se enredó en una discusión con un taxista que defendía hasta los furcios del riojano. Ya casi llegando a destino, el tachero sentenció: “Lo que pasa es que Carlos Saúl se los c… de parados”. A lo que mi tío contestó: “Y a algunos parece que les gusta”.

 

Con el “rey león” parece estar pasando algo similar: prometió dólares, te mete la mano en el bolsillo, hipoteca el futuro y pretende rifar el país, pero muchos están contentos como el tachero sodomizado por Menem. ¿Qué los alegra tanto? Sí, éso mismo: que el “rey león” se está cog….. de parados a un montón de indeseables (“negros”, militantes, “vagos”, “planeros”, indocumentados, manteros, la lista es larga), y que así –y sólo así- va a reestablecerse el orden natural del país liberal. ¿Y si los próximos son ellos? Bueno, como al taxista menemista, puede que a ellos también les guste. El autodesprecio, como se sabe, no conoce límites. Y el creerse superior al Otro y la falta de empatía, tampoco.

 

Por Carlos Semorile.