domingo, 12 de abril de 2020

“No te apurís…”


Alberto no los va a deschavar, pero la verdad es que me encantaría saber quiénes fueron esos “estadistas” de provincias que abogaron para que una banda de impacientes puedan salir a hacer sus piruetas gimnásticas al aire libre, mientras el resto cumplimos la cuarentena disciplinadamente. En realidad, tengo una curiosidad mayor: quisiera que me cuenten cómo fue que ese reclamo de sectores minúsculos pudo abrirse paso en los entresijos del poder local, hasta llegar a Olivos.

Se ve que todo debe andar de maravillas en las provincias porque, si no, no se entiende que sus más altos dignatarios (¿y sus ministros de salud?) pongan en la agenda pública el ocio de los hedonistas.

Esta idea “estupenda” –con “runners” elongando en los parques públicos, seguidos por un mini ejército de polis reclamándoles el último número de su CUIT-, se parece demasiado a una danza macabra.

En su ensayo “El hombre ante la muerte”, el historiador Philippe Ariès clarifica el significado de ese antiguo baile simbólico: “La danza macabra es una ronda sin fin, donde alternan un muerto y un vivo. Los muertos dirigen el juego y son los únicos que bailan. Cada pareja está formada por una momia desnuda, podrida, asexuada y muy animada, y de un hombre o de una mujer, vestido según su condición, y estupefacto. La muerte acerca su mano al vivo a quien arrastrará pero que todavía no ha obedecido. El arte reside en el contraste entre el ritmo de los muertos y la parálisis de los vivos. El objetivo moral es recordar a un tiempo la incertidumbre de la hora de la muerte y la igualdad de los hombres ante ella. Todas las edades y todos los estados desfilan en un orden que es el de la jerarquía social tal como se concebía entonces”.

Como están tan apurados, propongo hacer una “suelta” de pelotudas y pelotudos enfundados en sus “joggings” en lugares emblemáticos comos los Bosques de Palermo, el “corredor ribereño” de Vicente López/Olivos, el Parque San Martín de Mendoza, las costaneras de Rosario y Paraná, etc. Eso sí: como parte del “protocolo”, antes de salir deberían dejar un importante monto en caución para cubrir los gastos de sus respectivas internaciones, costos de insumos, y entierros.

Porque lo único que falta es que los pobres, los jubilados, los subsidiados, los que reciben algún tipo de plan, los que realmente viven de su esfuerzo y de su trabajo, tengamos que garparles la “jodita”.

(En el caso de Buenos Aires, podría dárseles sepultura en los Bosques de Palermo, lo que brindaría una hermosa metáfora: la última morada de los “civilizados” serían las tierras del "bárbaro" Rosas).

Por último, un consejo con aroma a tierra y a un saber macerado por el cansino paso del tiempo. Son unos versos de Buenaventura Luna, tomados de su canción “La última carreta”:

“Qué triste tu andar legüero,
y qué aporreada tu suerte,
jamás sabrás, carretero,
que contra lluvia y pampero,
vos vas rumbiando a la muerte”.

Por Carlos Semorile.