martes, 27 de agosto de 2019

No es una vincha, es un cepo al pensamiento


Tras la marcha convocada por referentes mediáticos de Cambiemos para repudiar el triunfo opositor, volvieron a circular algunas imágenes bizarras, como la de una señora con un globo amarillo como vincha.

Como otras veces en que la oligarquía decidió salir a las calles, todo fue patético. Mucho ya se dijo respecto del sinsentido de manifestarse a favor de una república imaginaria, pero negando validez al contundente resultado de las urnas. O sobre el hecho, también muy sugestivo, de que hayan abierto las vallas pretorianas que resguardan a un mandatario temeroso de verse interpelado por vocinglerías y reclamos.   

En esta ocasión, el patetismo tuvo su cuota más alta cuando el candidato oficialista salió al balcón de la Rosada para hacer una serie de morisquetas, con su esposa oficiando como “election planner” y haciéndole pases de “reiki” para sosegar el “capusottiano” desborde emocional  del susodicho. Si se pretendía demostrar fortaleza, quedó flotando en el aire un aroma a despedida, a retirada, a final ineludible.  

El problema viene de lejos. No hay más que recordar aquellos festejos tipo “pelotero” para adultos donde campeaba un “pensamiento piñata”, a la espera del reparto de cargos que iban a derramarse como golosinas entre los angurrientos concurrentes. De aquellos  “voluntarios” hoy sólo queda la figura del Mago sin Dientes tratando, desde su penoso candor de convidado de piedra, de salvar la pilcha en medio de la desbandada.

No es por ensañamiento que recordamos la soledad de este militante descartado por su propia dirigencia, sino para reiterarles a muchos que, así como no se debe cruzar una avenida sin mirar antes el semáforo, tampoco se pueden obviar todas las señales de peligro que emanan de sectores que ya nos han hecho mucho daño. Con la “pureza” no alcanza, con la “credulidad” a lo pavo no vamos a ninguna parte: a partir de cierta edad, la “inocencia” es una suerte de perversidad.

Cuando compartimos estas imágenes de “señoronas y señorones” de Barrio Norte apoyando un gobierno que genera miseria, desamparo y muerte, no es porque nos guste flagelarnos: queremos que los distraídos dejen de fingir demencia, y comiencen a hacerse cargo del lugar que realmente ocupan dentro del “reparto de la torta”, y tomen nota de que no figuran “ni a placé” en los planes de los ricos.

Y para que usted advierta que estos repetidores de “slogans” (los Ceos de las empresas hoy en funciones de gobierno, los “periodistas serios e independientes”, los propaladores de “verdades” que no resisten el menor análisis), le han robado el lenguaje y, junto con el lenguaje, el pensamiento que podría ser el dique para que se defienda de sus arteros ataques. Recuerde que “Todo el que pretenda imponer su dominio al hombre ha de apoderarse de su idioma”, y que si usted permite que ellos piensen en su nombre, es probable que termine como la señora de la foto: con un globo como cepo alrededor de su cerebro.

Por Carlos Semorile.

jueves, 22 de agosto de 2019

La encerrona trágica del Larretismo

Nos permitimos repetir algunas ideas y conceptos ya tratados en alguna crónica anterior, e incluso bajo un título similar, porque un sector de la sociedad se empeña en reiterar su inclinación a la barbarie.

Fernando Ulloa fue uno de esos capos que no son tan conocidos como nos convendría a todas y a todos. Su profesión era el psicoanálisis pero, como toda persona que pone a funcionar el bocho con pasión y buen criterio, nos legó algunas reflexiones que van más allá del ámbito de la terapia. Ulloa sostenía que muchas veces las instituciones promueven “encerronas trágicas” que dejan a los sujetos a merced de situaciones donde no pueden recurrir a un tercero que les proporcione “miramiento”, ternura y buen trato. Se trata de una “cultura de la mortificación” que acentúa, al mismo tiempo, el desamparo de las víctimas y la crueldad de los victimarios.

En las últimas horas, la Policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (pilchas nuevas, móviles y celulares a destajo, armados hasta los dientes) asesinó a un ciudadano indefenso: Jorge Gómez, un trabajador de 41 años que tuvo la desdicha de creer que estaba siendo interpelado por un funcionario sensato, y no por un uniformado adiestrado para matar bajo la cobertura de un poder que pretende que la barbarie se instaure como “doctrina”. Mientras la familia de Jorge Gómez no sale de su estupor, el asesino acaba de salir en libertad.

Por otra parte, pero dentro de esta misma lógica de castigar al “marginal”, dos custodios de un supermercado Coto mataron a golpes a Vicente Ferrer, un jubilado de 70 años que hurtó un aceite, un pedazo de queso y un chocolate. Luego de golpearlo dentro del local, los vigiladores abandonaron a Ferrer en plena calle donde falleció antes de ser asistido por el Same, mientras la Policía de la Ciudad rodeaba el cuerpo de la víctima y trataba de impedir que se tomaran imágenes del ciudadano asesinado por los sabuesos de Coto. 

Todo esto, desde luego, resulta muy triste y angustiante. Pero a nadie debería resultarle “novedoso”, porque desde que la cultura de la mortificación alcanzó la gobernanza de la ciudad primero, y luego del país todo, este Grupo de Tareas del capital financiero ha logrado que “cada necesidad sea un drama angustioso”. Mucha gente cegada por el odio les permitió acceder al control nada menos que del Estado, y desde allí se han dedicado a deshilachar todos y cada uno de los derechos conquistados para, como en la Dictadura, hacer trizas el tejido social. 

Sin embargo, es legítimo preguntarse si luego de la paliza electoral recibida hace apenas 10 días, estos personeros del capital financiero no alcanzaron a percibir un “cambio” del humor social. De no ser así, asistiremos –como de hecho asistimos- al curioso espectáculo de que los promotores de la encerrona trágica se vean encerrados ellos mismos por un “relato” que pretende enajenar derechos a cambio de “puro ripio”. 

Por Carlos Semorile.

martes, 13 de agosto de 2019

Scalabrini bajo las araucarias


Tras la derrota de 2015, Axel Kicillof se puso a hacer política desde el llano, cara a cara con el pueblo. Hasta hace muy poco, muchos ni siquiera supimos que durante estos años sombríos y penosos estuvo recorriendo toda la provincia de Buenos Aires en un gesto épico que, en realidad, había comenzado apenas 10 días después de que asumieran los neoliberales. Fue en el Parque Centenario, y esta es la crónica de aquella jornada memorable.   

Aunque Axel insista con Keynes, él es más bien un nacional, como lo fueron Manuel Ortiz Pereyra y Scalabrini Ortiz. Y asimismo le caben las palabras con que Jauretche reconoció el laburo tenaz de Scalabrini: “A él le debemos las claves que nos sacaron de un antiimperialismo de charla para ponernos en contacto con la realidad de nuestro colonialismo auténtico”. De eso se trató la charla de hoy: de que todos sepamos y todos estemos en condiciones de hacer docencia sobre los mecanismos que nos someten a una situación colonial. Fue como el “kilómetro cero” de lo que debemos develarles a tantos compatriotas que fueron engañados antes, y que hoy y en adelante serán mantenidos en la ignorancia, o desviados hacia “un antiimperialismo de charla”.

Que esta clase magistral suceda bajo las mismas araucarias donde hace 14 años todos hablaban al unísono y nadie escuchaba a nadie, es un símbolo que no debe pasarse por alto. Tampoco el hecho de que la multitud no produzca un solo roce, ni que las madres lleven a sus bebés, ni que los tullidos vayan con sus muletas y otros en sus sillas de ruedas, y las viejas con sus bastones, y los ciclistas con sus rodados, más las rondas de mates y bizcochos, y las lonitas de los más preparados. Y que todos guarden un silencio parecido al de una misa, porque esa palabra importa, y la necesitamos como al agua bendita porque –parafraseando a Jauretche- cuando Kicillof nos pone en contacto con la realidad de nuestra Patria, todo el Centenario canta que “Vamos a volver”.

Por Carlos Semorile, 20 de Diciembre de 2015.

lunes, 12 de agosto de 2019

Echamos a un Grupo de Tareas


Cuando podamos repasar serenamente este “tiempo de canallas”, se verá la magnitud de nuestra hazaña colectiva porque, como alguna vez escribió Cooke, “Quedamos solos como lo estaremos cada vez que se juegue la suerte de la Patria y de sus clases trabajadoras”. Defeccionaron los “técnicos”, traicionaron los alcahuetes, claudicaron los “triunviros”, arrugaron los tibios, y un silencio estruendoso apañó cada una de las atrocidades del Grupo de Tareas-“Cambiemos”.

Como sus socios del Proceso, sembraron el país de hambre, muerte y desolación y, como decía “Marucho” Maestre, “sólo les faltó cagar en cada esquina”. Todavía están a tiempo, y no es improbable que se despidan apelando al repertorio de barbarie y sangre que llevan en su ADN. Pero una buena parte del pueblo argentino ha demostrado una templanza digna de todo elogio, y ha resistido en paz la inclemencia infligida por esta cofradía de cipayos incapaces de apiadarse de nadie.

Aún está por escribirse el “diario de los años de la peste”, y debe hacerse por todos aquellos que no alcanzaron a palpar esta esperanza. Y para recuperar el lenguaje comunitario que también nos afaron.

Por Carlos Semorile.