Mañana a las 18 hs, en el marco de la
Feria del Libro de Temática Peronista, se presentará en el Museo Evita un
formidable trabajo de Guillermo Korn. Se trata de “Hijos del Pueblo.
Intelectuales peronistas: de la Internacional a la Marcha”, un ensayo donde
Korn articula las biografías intelectuales y políticas de Elías Castelnuovo,
César Tiempo, José Gabriel, Jorge Newton y Luis Horacio Velázquez, cinco
escritores que venían de diversas izquierdas y que confluyeron en el peronismo.
“Confluyeron” tal vez sea un término
demasiado ambicioso pues, más allá de algunas amistades puntuales entre un par de
ellos, no formaron un grupo orgánico de pensamiento y acción. Sin embargo, ya
distanciados de sus antiguas militancias, reflexionaron –como dice Korn- “para
encontrar la continuidad de sus valores en un movimiento político heterogéneo,
al que procuraron darle una tonalidad singular. Es decir, encontrar y producir
motivos de izquierda en el peronismo”.
Algunos de ellos son más conocidos,
como César Tiempo y Elías Castelnuovo, lo que de ningún modo quiere decir que
se les reconozca plenamente su adhesión al peronismo; el resto, directamente,
están dentro de la categoría de “malditos”, y por ende son ilustres
desconocidos, pese a que venían peleando, pensando y escribiendo desde las
primeras décadas del siglo XX. Castelnuovo dirá de aquellos años: “Era una
miseria de una época miserable”.
José Gabriel, por ejemplo, trabajaba en
La Prensa y en 1919 lideró la primera huelga en ese diario: “lo que vi en
aquella casa era un Estado dentro de otro estado (…) ‘Dejará de salir el sol,
pero no La Prensa’ me había dicho el
director del monstruo periodístico; pero yo le cerré nueve días La Prensa”. Por su parte, Castelnuovo
escribió que “Los Paz (dueños de La Prensa) tenían sus ideas acerca del hambre.
Durante un tiempo hicieron una campaña científica para que el pueblo comiese
alfalfa. Ellos creían que el hambre se resolvía achicando el estómago o
llenándolo de pasto (…) En eso consistía singularmente la libertad de prensa”. ¿Es
preciso machacar sobre la actualidad de estas palabras?
Ya en 1943, derrocada la Década Infame
por el levantamiento del 4 de junio, se produce una reunión en la SADE y “José
Gabriel, a quien le había sido encomendado tomar la palabra en la ocasión, la
usó para invitarnos a que reconociéramos que en ese momento la Argentina era un
país feliz y que también lo éramos los presentes”. No sería ésta la única
ocasión en que imbricara lo íntimo y lo social. En 1949, al comentar la
presencia de Perón y Evita en un partido entre Racing y River, dirá: “Quizá nos
sentíamos demasiado felices, o no sé si demasiado comprometidos”.
¡Cómo para no estarlo!, si habían visto
el coloniaje con sus propios ojos y ahora asistían y participaban de una
genuina revolución nacional. Nuevamente, José Gabriel: “Pero la revolución
socialista nacional (…) cumplida en el país, es consistente, a despecho de sus
fallas, mucho más consistente de lo que suponíamos, y más adelantada que la
boliviana de Estensoro, que la guatemalteca de Arévalo, que la china de
Mao-Tse-Tung”. Y César Tiempo: “Sobre las ruinas de Cartago se está edificando
una Atenas criolla”. Y otra vez Castelnuovo: “Algunos Contreras hablan de ‘la
humillación que sufre hoy el pensamiento argentino’, pero cuando el pensamiento
argentino (…) vivía realmente humillado, vejado, envilecido, hambreado,
escupido, revolcado por el suelo, tuberculoso, mal vestido, con los botines
rotos y la barba crecida, nadie hablaba del asunto. Entonces todo iba bien en
Dinamarca. Pero los que sufrimos esa situación y la vimos sufrir a todos,
sabemos positivamente hoy, después del cambio experimentado en la República,
que en Dinamarca todo estaba podrido”.
Como plantea Korn, estos pensadores
comprendían cabalmente las tareas revolucionarias de su tiempo, y propiciaban “Un
modo de emancipación capaz de refundar la nación argentina basada en los
derechos de los trabajadores y una potente cultura popular”. En este sentido,
como Castelnuovo, se permitían disentir con las políticas culturales del
peronismo: “Tanto que se pelea por la Argentina, y por lo argentino, y por la
emancipación del monopolio foráneo, y este renglón, el renglón de la cultura,
uno de los más importantes justamente para conquistar tal independencia, tal
jerarquía, no se lo tiene en cuenta”.
No es que todo fuera erróneo: Luis
Horacio Velázquez presidía la muy activa Comisión Protectora de Bibliotecas
Populares, y permanentemente sumaba propuestas para democratizar al acceso al
libro. Como dice Korn: “Lejos de la contraposición maniquea inventada por
Ghioldi –alpargatas vs. libros-, para este intelectual (Velázquez) el peronismo
es un modo democrático y popular de encarnar la tarea civilizatoria y los
libros su mayor herramienta transformadora”. Velázquez creía –son sus palabras-
que “la verdadera civilización estaba en las masas populares de gauchos y sus
caudillos (…), la barbarie estaba en la minoría culta”.
Pero si había que disentir, disentían.
Y es que, en realidad, le hincaban el hueso a problemas de larga data, como
cuando Castelnuovo criticaba las revistas para niños importadas de EE.UU., o
como cuando José Gabriel trabajaba como encargado de la sección Cultura del
diario Democracia, y era el único que osaba interrumpir a Perón cuando no
estaba de acuerdo con alguno de sus planteos.
Tal vez por ello mismo, estuvo en la
primera línea el 16 de junio de 1955: “Los peronistas conscientes somos la
vanguardia serena de todas las épocas” (…) ¿A dónde íbamos, con el viejo impermeable
por coraza y las manos limpias? No lo sabíamos. Pero sentíamos que nuestro
puesto estaba en el lío (…) El rotundo nombre de Perón jamás fue aclamado con
tanta entraña y responsabilidad”.
Luego del golpe del ´55, ellos fueron
escarnecidos, como en una cena de la SADE donde el menú consistía en platos
cuyos nombres eran los de los peronistas “colaboracionistas” del régimen
depuesto. Al respecto, César Tiempo comentaba que un crimen prescribe luego de
equis período, pero “el hecho de haber pertenecido a un diario popular, se
arrastra en cambio mucho más tiempo (…) Es una lástima que la colección de La
Prensa haya desaparecido, en el diario la destruyeron y en la Biblioteca
Nacional declaran que se perdió: es increíble. Qué poco civilizados, caramba”.
Habría mucho más para contar, pero
corremos el riesgo de transcribir cada una de las páginas de “Hijos del
Pueblo”. Lo invitamos, mejor, a que descubra por usted mismo el maravilloso libro
de Korn y la exquisita orfebrería con la que engarzó tantos y tan valiosos materiales.