jueves, 11 de enero de 2024

La motosierra pesa, pero no piensa

 

 

Cuando aparecen en la escena política ciertos instrumentos que gravitan por sus dimensiones y/o su capacidad de daño, conviene recordar aquella frase que en los años ´70 advertía: “Los fierros pesan, pero no piensan”.

 

Una evidencia empírica de la validez de esta idea la tenemos en el fin del Terrorismo de Estado: tras la derrota de Malvinas, la Dictadura Genocida no pudo evitar sufrir otra caída decisiva, esta vez en el plano de la política. 

 

La posesión de los patrulleros, las metralletas, las granadas, los camiones hidrantes y -llegado el caso- los helicópteros y los tanques, ejercieron una suerte de hechizo respecto de que la dominación era un tema resuelto.

 

Pero la hegemonía –en griego dominación se dice “hegemonía”- es un asunto más complejo que el monopolio estatal de las fuerzas represivas, y exige un conjunto de prácticas políticas que buscan obtener consenso.

 

A un mes de iniciado el ciclo ultraliberal, es posible afirmar lo mismo que se hacía evidente durante la campaña electoral del autopercibido reyezuelo: que la motosierra pesa, pero no piensa. Al menos, no en el pueblo.

 

Como herramienta, la maquinola destaca por su volumen, y como “fierro” aplicado a situaciones de índole política, por su capacidad de daño: por eso se les preguntaba a sus cultores de qué lado de la misma creían estar.

 

No era una pregunta capciosa, ni mucho menos una chicana gratuita: era una invitación a pensar por fuera del hechizo de que un chirimbolo gigante iba a ser capaz de resolver cuestiones económicas, políticas y sociales.

 

La aplicación a mansalva de la citada sierra a motor, no ha hecho más que agravar todos los problemas existentes y es por ello que, previendo la respuesta de buena parte de la sociedad, nos amenazan con más fierros.

 

Pero lo que aquí nos interesa es la segunda parte de la frase que citamos al inicio, cuando avisa que los cacharros no piensan por sí mismos, y que si te dicen lo contrario es porque su aplicación supone ideas contrarias a tus intereses. Y, ya que estamos, lo mismo pasa con esos aparatitos llamados celulares y que –al parecer- tanto han tenido que ver con el triunfo de la casta usuraria: el celu tampoco piensa y si te da todo resuelto, desconfiá. Es sólo un fierrito, pero usalo bien porque trafica ideas que te joden la vida.

 

Por Carlos Semorile.


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