miércoles, 18 de noviembre de 2015

La edad de la inocencia



Imagen: Globos por Banderas, de Nerina Canzi.
 
En la vida de las personas, a partir de cierta edad ya no se puede alegar inocencia. Es más: se vuelve peligroso pretender apartarse del conocimiento adquirido y hacer como que se desconoce lo que está bien y lo que está mal. Los padres primero, enseguida el resto de la familia, y más tarde los amigos y al fin las parejas nos van despabilando para que abandonemos la edad de la inocencia y nos vengamos grandes, responsables y con criterio para discernir entre virtudes y defectos. Los mejores padres -y las mejores amistades y parejas- son aquellas que no dudan en marcarnos algún extravío, los que nos reclaman un acto de conciencia en vez de dejarnos errar livianamente, para ampararnos luego en una supuesta ingenuidad que hace rato que no tenemos.

Ese falso candor les cabe bien a otro tipo de personas, por ejemplo a los perversos que fingen no saber lo dañino de sus actos y así se camuflan para vivir como uno más en medio de una comunidad que respeta ciertas reglas. ¿De qué se disfraza un perverso? De considerado, de respetuoso, de prolijo. ¿Para qué lo hace? Para que sus víctimas tengan las defensas bajas, para que no estén preparadas cuando llegue la puñalada trapera. Por eso, cuando un perverso amenaza a una comunidad, es lícito que ese grupo humano se defienda y que, como buenos amigos, unos les avisen a otros sobre el peligro que los acecha. En esas circunstancias, cuando el riesgo es inminente, no se puede seguir jugando a la inocencia porque después no hay vuelta atrás.

En este sentido, es obvio que debemos protegernos del retorno al pasado que representa la Alianza Cambiemos. Nadie debería enojarse por las señales de alarma que muchos venimos encendiendo para que la mayoría de nuestros compatriotas no estén inermes y sepan que nos esperan días funestos si confunden la cáscara con el contenido. Es un llamamiento a la adultez de las personas, a que asuman la mayoría de edad de sus decisiones y no se dejen empaquetar por un estilo marketinero que los trata como a púberes. Es una apelación a que se hagan cargo de que están decidiendo el futuro del país, porque esta es una hora muy dramática para la Argentina, y no una elección más. Como decíamos, después de cierta edad ya no hay inocencia posible.

Pero digámoslo mejor: después de ciertas experiencias compartidas como comunidad, tampoco se puede fingir candidez. La debacle del 2001, con su carga de hambre, represión y muerte, no sucedió hace cien años. Fue ayer nomás, y nadie puede hacerse el distraído con éso. Sólo los perversos pueden hablar con liviandad de este pasado reciente y, al mismo tiempo, proponer medidas que nos van a llevar de cabeza a un estallido similar. Usted debe saber que el candidato que dice “me rindo” nos va a entregar maniatados a quienes pretenden robarnos todo de nuevo: YPF, Aerolíneas, la Anses, las jubilaciones, las asignaciones, los subsidios, los derechos. La honradez del empleo, la dignidad del salario, el ver crecer sanos a los hijos.

Seguramente, usted ha trabajado duro para conquistar su bienestar, pero no puede desconocer que todos lo hemos hecho y que salimos del pozo gracias a políticas de amparo que el candidato amarillo se ocupará de destruir sin darnos tiempo a reaccionar. Se lo digo una vez más: si lo vota el domingo, el lunes será tarde. Cuando quiera darse cuenta, estaremos de nuevo en pelotas y a los gritos. Y lamentará que los perversos hayan abusado otra vez de su inocencia.

Por Carlos Semorile.

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