miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Queremos ser un pueblo de pastores y labriegos?

Usted sabe por qué se lo pregunto. Y si no sabe, se lo imagina. Con la liberación del precio del dólar al valor del “mercado”, todos los precios se van a disparar y las empresas ya no van a poder reponer los insumos que necesitan para producir. En algunos lugares, eso ya está sucediendo: para “cubrirse” están aumentando el precio de las harinas, y con la misma plata los panaderos pueden comprar la mitad de la materia primera. ¿Cuántos días cree que van a pasar hasta que aumente el precio del pan? Y si aumenta el precio del pan (y la leche, y la papa, etcétera) un cincuenta por ciento: ¿en cuánto se devalúa su salario? Le hablo de lo más inmediato, pero el ejemplo es extendible a todas y cada una de las áreas de la economía: ¿cuánto tiempo puede mantenerse produciendo una empresa a la que de pronto todo le cuesta el doble y, además, la ponen a competir con productos importados? Es una maniobra de pinzas. 

Y se lo digo a propósito en idioma de guerra. Porque cuando liberen el mal llamado “cepo cambiario”, se van a venir en banda primeros los talleres y fabricas más pequeñas, casi enseguida las medianas, y poco después las más grandes. A eso le van a llamar “sinceramiento de los precios y los salarios” –o algo por el estilo-, pero la realidad es que van a echar gente a la calle a lo pavote. ¿Y tiene una idea de lo que van a hacer esos nuevos “desempleados”? Van a pelear por su derecho al trabajo y por el derecho de sus familias al morfi. Y, como dijera un sabio militante, antes que llegar a ser un pueblo hambreado, van a pelear por haber sido ofendidos, humillados. Se va a acordar de lo que le digo, y va a querer que vuelvan los días en que se quejaba de “la inseguridad”.

¿Cómo, no se lo enteró lo que pasó en Tucumán? 500 laburantes en la calle apenas asumió el intendente macrista de la localidad de Concepción. Así como lo escucha, sin anestesia ni vaselina mientras a usted le endulzan el oído con ese verso de “la revolución de la alegría”. ¿No vio las fotos del intendente atrincherado, y la gente quemando gomas en la calle? ¿Qué sigue? Dígamelo usted: ¿la guardia de infantería reprimiendo a los trabajadores? ¿No se da cuenta, mi amigo, que vamos camino a vivir inmersos en un tsunami social? ¿Qué más tiene que pasar para que se dé cuenta que los neoliberales de Cambiemos son una manga de irresponsables que nos van a hundir de cabeza en el caos y la anarquía? ¿Y qué le hace pensar que a usted y a los suyos no les va a tocar? ¿De qué vive, es rico acaso, tiene cuentas en el extranjero, a quién cree que le va a vender sus mercancías o la fuerza de sus brazos?

Pero, además, pensando en un futuro algo más lejano: ¿qué destino tiene la Argentina si de nuevo se desmantela su aparato productivo, si sus fábricas cierran, y si otra vez nos imponen ese modelo de país agropecuario que exporta las proteínas que no pueden consumir los más humildes? Y no es mala leche, sólo quiero que se imagine el país en el que van a vivir sus hijos. Pregúntese si verdad quiere que seamos un pueblo de pastores y labriegos. 

Por Carlos Semorile.




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