martes, 10 de marzo de 2015

Carta abierta a los pinches gringos



El gobierno de Estados Unidos aplica sanciones a la Venezuela Bolivariana por supuestas amenazas a su seguridad nacional, pero es la misma administración que reconoció que la CIA tortura en sus “interrogatorios”. Semejante cinismo por parte de vuestras autoridades nos lleva a que pensar que ustedes, ciudadanos de USA, son siempre los últimos en enterarse de todo. Como “cáidos del catre”, viven en tal estado de inocencia que nunca se enteran que, después de cierto umbral, ya no se es inocente sino perverso. Quienes hemos tenido la fortuna de nacer bajo otros cielos, sabemos lo poco que les importa el padecer de los demás, ese cúmulo de sufrimientos que siempre atraviesan millones de seres humanos de todo el ancho mundo por obra y gracia del Tío Sam. Por eso, salvo para vuestra puerilidad extrema, las palabras de dicho informe son, para todos nosotros, apenas un montón de mierda. “Bullshit”, como dicen ustedes.

Torturas, vejaciones, crímenes, injerencias, bombardeos, invasiones, atentados terroristas, mutilaciones, desaparecidos, viudeces, orfandades, genocidios, ningún rubro han dejado sin cubrir. Nada de lo hórrido ni de lo cruel les es ajeno. Pero, claro, ustedes como si nada. Pasan por la vida subsumidos en la burbuja del consumo, como adheridos a las cosas –y, en algún punto, parecidos a cosas-, sin más horizonte que el del sueño americano, del éxito a costa de lo que sea. La opulencia les ha embrutecido los sentidos, y son tan pobres que ni filosofía tienen. Total!, para qué?, si el sentido de la existencia está predeterminado y se han rendido mansamente a los dictados de un materialismo sin alma ni corazón. Sigan así, alimentándose de mentiras, creyendo como párvulos en el destino manifiesto. O, mucho peor, que ustedes son la garantía universal de un sistema del que nada saben: la democracia.

Dan pena, muchachos. Les han vendido que son los inventores de la libertad y no advierten que, del primero al último, son esclavos de las corporaciones. Si se animan a salir de La Caverna, verán que el complejo militar-industrial dirige el andamiaje de todas sus guerras y batallas, que los ilusionistas financieros manejan los hilos de una economía en estado de burbuja permanente, y que la corporación mediática se encarga de que vivan en estado de zozobra y terror perpetuo, pero con los wines cambiados y la candidez de pensar que el enemigo es el Otro. Muy por el contrario, en el todo el orbe nos conmueven sus tragedias y somos solidarios con vuestros dolores, llámense Katrina, desalojos en favor de los grandes bancos, la miseria de un sistema de salud sólo para los ricos, el racismo y la violencia policial y judicial contra negros y latinos, y, desde ya, la inmensa desgracia de vivir bajo un estado policíaco casi demencial.

Y, del mismo modo, nos alegramos cuando los vemos “despiertos”, cuando ganan las calles y pelean por sus derechos. Y sí, los recontra recagan a palos…, si lo sabremos nosotros que tenemos el lomo marcado por la ley del garrote. Pero no hay otra, hermano: o vuelven a salir todas las veces que haga falta, o los vuelven a encerrar a todos en ese manicomio llamado Springfield, con el pochoclo en la boca y la tele a todo volumen. ¿O ustedes por qué creen que cientos de miles de personas de todo el planeta han sido torturadas por agentes estadounidenses? ¿Por puro gusto de las víctimas, por alguna extraña vocación sacrificial? No, loco, fue por pretender vivir en paz, sin hambre, con justicia y libertad. Como escribiera Sven Lindqvist: “Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar conclusiones”.  

(Habrá, no lo dudo, quien considere injusto este escrito que mete a todos los pinches gringos en la misma bolsa. Sí, claro, como hacen ellos con nosotros los sirios, con nosotros los palestinos, con nosotros los árabes, con nosotros los africanos, con nosotros los latinos, con nosotros los bárbaros. Y habrá quien se espante de no haber diferenciado a tantos que se lo merecen porque, obvio, no es lo mismo Kissinger que Chomsky. Nadie en su sano juicio diría que Lillian Hellman, Salinger, Satchmo, la Holiday, Wright Mills, Petras, Oliver Stone o Woody Allen  -por nombrar apenas los primeros que se me vienen a la mente- han sido o son mala gente. Pero ellos son la rara excepción, y la regla es un sistema cultural monolítico que nos tiene las bolas llenas con su hipocresía de décima y, por sobre todo, con su asedio y su atropello. Entonces, queridos gringos, entérense de una buena vez: no son mejores que nadie).

Por Carlos Semorile.

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