El gobierno de Estados Unidos aplica sanciones a la
Venezuela Bolivariana por supuestas amenazas a su seguridad nacional, pero es
la misma administración que reconoció que la CIA tortura en sus
“interrogatorios”. Semejante cinismo por parte de vuestras autoridades nos
lleva a que pensar que ustedes, ciudadanos de USA, son siempre los últimos en
enterarse de todo. Como “cáidos del catre”, viven en tal estado de inocencia
que nunca se enteran que, después de cierto umbral, ya no se es inocente sino
perverso. Quienes hemos tenido la fortuna de nacer bajo otros cielos, sabemos
lo poco que les importa el padecer de los demás, ese cúmulo de sufrimientos que
siempre atraviesan millones de seres humanos de todo el ancho mundo por obra y
gracia del Tío Sam. Por eso, salvo para vuestra puerilidad extrema, las
palabras de dicho informe son, para todos nosotros, apenas un montón de mierda.
“Bullshit”, como dicen ustedes.
Torturas, vejaciones, crímenes, injerencias, bombardeos,
invasiones, atentados terroristas, mutilaciones, desaparecidos, viudeces,
orfandades, genocidios, ningún rubro han dejado sin cubrir. Nada de lo hórrido
ni de lo cruel les es ajeno. Pero, claro, ustedes como si nada. Pasan por la
vida subsumidos en la burbuja del consumo, como adheridos a las cosas –y, en
algún punto, parecidos a cosas-, sin más horizonte que el del sueño americano,
del éxito a costa de lo que sea. La opulencia les ha embrutecido los sentidos,
y son tan pobres que ni filosofía tienen. Total!, para qué?, si el sentido de
la existencia está predeterminado y se han rendido mansamente a los dictados de
un materialismo sin alma ni corazón. Sigan así, alimentándose de mentiras,
creyendo como párvulos en el destino manifiesto. O, mucho peor, que ustedes son
la garantía universal de un sistema del que nada saben: la democracia.
Dan pena, muchachos. Les han vendido que son los
inventores de la libertad y no advierten que, del primero al último, son
esclavos de las corporaciones. Si se animan a salir de La Caverna, verán que el
complejo militar-industrial dirige el andamiaje de todas sus guerras y batallas,
que los ilusionistas financieros manejan los hilos de una economía en estado de
burbuja permanente, y que la corporación mediática se encarga de que vivan en
estado de zozobra y terror perpetuo, pero con los wines cambiados y la candidez
de pensar que el enemigo es el Otro. Muy por el contrario, en el todo el orbe
nos conmueven sus tragedias y somos solidarios con vuestros dolores, llámense
Katrina, desalojos en favor de los grandes bancos, la miseria de un sistema de
salud sólo para los ricos, el racismo y la violencia policial y judicial contra
negros y latinos, y, desde ya, la inmensa desgracia de vivir bajo un estado
policíaco casi demencial.
Y, del mismo modo, nos alegramos cuando los vemos
“despiertos”, cuando ganan las calles y pelean por sus derechos. Y sí, los recontra
recagan a palos…, si lo sabremos nosotros que tenemos el lomo marcado por la
ley del garrote. Pero no hay otra, hermano: o vuelven a salir todas las veces
que haga falta, o los vuelven a encerrar a todos en ese manicomio llamado
Springfield, con el pochoclo en la boca y la tele a todo volumen. ¿O ustedes
por qué creen que cientos de miles de personas de todo el planeta han sido torturadas
por agentes estadounidenses? ¿Por puro gusto de las víctimas, por alguna
extraña vocación sacrificial? No, loco, fue por pretender vivir en paz, sin
hambre, con justicia y libertad. Como escribiera Sven Lindqvist: “Tú ya sabes
lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que
nos falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar
conclusiones”.
(Habrá, no lo dudo, quien considere injusto este
escrito que mete a todos los pinches gringos en la misma bolsa. Sí, claro, como
hacen ellos con nosotros los sirios, con nosotros los palestinos, con nosotros
los árabes, con nosotros los africanos, con nosotros los latinos, con nosotros
los bárbaros. Y habrá quien se espante de no haber diferenciado a tantos que se
lo merecen porque, obvio, no es lo mismo Kissinger que Chomsky. Nadie en su
sano juicio diría que Lillian Hellman, Salinger, Satchmo, la Holiday, Wright
Mills, Petras, Oliver Stone o Woody Allen -por nombrar apenas los primeros que se me
vienen a la mente- han sido o son mala gente. Pero ellos son la rara excepción,
y la regla es un sistema cultural monolítico que nos tiene las bolas llenas con
su hipocresía de décima y, por sobre todo, con su asedio y su atropello.
Entonces, queridos gringos, entérense de una buena vez: no son mejores que
nadie).
Por Carlos Semorile.
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