En la apertura del Foro Internacional por la Emancipación
y la Igualdad, Ricardo Forster puso la vara bien alto al llamar a “salvar a las
palabras de la barbarie". Horas más tarde, al participar de una de las
mesas, insistió al señalar que “hay palabras bellas, palabras que debemos
proteger, palabras que han sido lastimadas por las miserias de la historia”.
Diría que este llamado quedó en suspenso mientras se expusieron cuestiones de
orden político, y que recién se debatió a fondo cuando Horacio González se
encargó de levantar el testigo.
Pero vayamos por partes. También en el arranque,
Teresa Parodi habló de la magnitud del “cambio de época” citando a Guillén:
“Tengo lo que tenía que tener”. Pero también al formidable Roque Dalton cuando
se preguntaba “por qué escribimos” y respondía: “Custodiamos el tiempo que nos
toca”. Eso hacemos también nosotros, dijo la ministra, y luego hizo su propia y
maravillosa síntesis: “Las naciones necesitan ‘ser’ para emanciparse”.
Enseguida habló Aníbal Fernández quien, parafraseando al recordando saxofonista
de “El perseguidor” de Cortázar, aventuró que “nuestros pueblos ‘están tocando’
sus destinos para pasado mañana”. Después, una de sus perlitas: “Les jode Evo
porque es de un pueblo originario, pero además les jode porque gobierna bien”.
Aníbal
sería refrendado por Gabriela Montaño, presidenta de la Cámara de Diputados de
Bolivia: “Es posible que los marginados de la historia lleguen al gobierno y
que gobiernen bien”. Pero como los gobiernos populares están siendo jaqueados
por los conglomerados mediáticos, Emir Sader aseguró que "no habrá
democracia sin democratización de la formación de la opinión pública". Y a
modo de consigna, agregó: “Este es un año en el que somos todos Argentina, un
año en el que somos todos Cristina”. También Ramonet quiso dejar una fuerte
apelación: “Tenemos que resistir, y venceremos”. A su turno, Noam Chomsky
explicaría el por qué de estos ataques: "América Latina ha estado a la
vanguardia de la lucha contra el sistema neoliberal".
El mismo reconocimiento haría Iñiigo Errejón cuando
sostuvo que “Podemos no hubiera sido posible sin los 15 años de coraje que
sigue mostrando América Latina”. Tan apabullante como sólido, Errejón dejó una
de esas frases que podría haber salido de la pluma de Scalabrini Ortiz: “Los
que ayer vendían resignación, hoy venden miedo”. Por su parte, Álvaro García Linera
comenzó hablando de las plazas latinoamericanas y del sur de Europa, de la
necesidad de esas plazas llenas de pueblo: “La única manera de que la
democracia deje su componente fósil es con la calle”. Pero a la vez, alertó
sobre lo difícil que resulta mantener un estado de movilización permanente y
que por eso mismo hay que institucionalizar las reformas desde el estado: “Abdicar
del poder del estado es una forma de cobardía política” (y algún “palito” más a
las izquierdas abstractas: “La pobreza por sí sola no genera emancipación”).
Sin embargo, García Linera le dio algunas vueltas de
tuerca al tema de estado insistiendo en la necesidad de la comunidad se
empodere y de evitar el síndrome de los funcionarios que se apoltronan. En este
sentido, pero también por su fuerte conciencia de las dificultades que
atraviesan desde los más humildes e inclusive los más altos magistrados del
estado que en este ciclo los representan, insistió en que es necesario y
urgente “organizar la esperanza”.
Por si no hubiese quedado claro, esta no es una
crónica exhaustiva de todas las ponencias del Foro sino apenas unos apuntes
subjetivos de algunos momentos de alto poder reflexivo o emotivo. O ambas
cosas, como cuando Pedro Brieger comenzó resaltando todo lo que aprendió acerca
de “la cuestión nacional” merced a Irlanda y, luego de escuchar a una encendida
Martina Anderson, fue visible su emoción al nombrar al mártir irlandés Bobby
Sands. La diputada del Sinn Féin (“Nosotros Mismos”, o “La nación organizada”
como le llamaba Eamon de Valera) hizo una muy apretada síntesis de 800 años de
colonialismo inglés, rescató a los líderes del republicanismo irlandés como James
Connolly y, actualmente, Gerry Adams, y aclaró que no es lo mismo decir Irlanda
del Norte –un invento inglés- que el Norte de Irlanda. Luego de recitar un
poema que Bobby Sands escribió en prisión, la Anderson –con más de trece años
ella misma en las cárceles inglesas- concluyó: “Podemos lograr cualquier cosa
apelando a nuestra creatividad y a la determinación ideológica”. Ampliando aún
más el espectro, Germán Cano contó que en Podemos están intentando incorporar
el ámbito de los afectos para construir hegemonía política, y al mismo tiempo criticó
el alejamiento de la izquierda tradicional de la cultura popular española. (Respecto
de esto último, qué grande el peronismo, no? Por algo se cantó “la marchita” al
final de la primera jornada).
Pero decíamos que el convite de Forster había quedado
en suspenso, y fue en la última actividad del viernes cuando Jorge Alemán
retomó el tema de las palabras convocantes: “La emancipación no está garantizada,
es una apuesta, es una contingencia que puede o no suceder” pues, en
definitiva, “la emancipación es una interrogación radical acerca de qué cosa debemos
emanciparnos”. Por si no quedara claro, Alemán diagnosticó a la globalización
neoliberal como el primer sistema empeñado en “producir al sujeto” y así
maniatarlo. Hubiese sido muy productivo proseguir esa senda, pero Gianni
Vattimo se dedicó al stand-up, y Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo a las
alabanzas –como en misa- hacia el Sumo Pontífice, rescatando que Francisco
llamó a su grey a “primerear” en los todos los temas relativos al sufrimiento
que son como “la llaga de Cristo”. No debió parecerle suficiente a Leonardo
Boff, uno de los padres de la Teología de la Liberación: “Yo esperaba que
Monseñor viniera a dar la extremaunción -la extremaunción al capitalismo evidentemente-,
y a dar la bendición a todos nuestros sueños y proyectos alternativos”. Volvió
a salir la cuestión de los peligros que nos acechan, y Boff fue contundente al
señalar a los medios como causante del odio: “El odio viene de esto de que esos
que antes no eran, ahora son”, y las élites pierden la exclusividad.
Como moderador de la mesa, Jorge Alemán presentó a
Horacio González diciendo que “nadie como él ha atravesado todos los legados
simbólicos de la Argentina, y ha pensado a la Argentina y a sus legados
simbólicos aprovechando una lectura del mundo, y a la vez ha hecho una lectura
del mundo interviniendo sobre esos legados simbólicos; por eso, para mí, él es
más que el director de la Biblioteca Nacional: es el hacedor de la Biblioteca
Nacional”. Enseguida veremos que Alemán no exageraba, pues González comenzó
hablando de la herencia de la ilustración argentina “que va de Mariano Moreno a
John William Cooke, pasando por innumerable cantidad de militantes: militantes
sociales, militantes políticos, mártires políticos, desparecidos”. Y, de
inmediato, incluyó a Sarmiento en esa herencia de la ilustración (claro que en
su versión popular) porque sostuvo que un sujeto político emancipado no se
construye al margen de las lecturas que hemos hecho y de los libros que aún leemos
y subrayamos, ya sea que podamos o no darle un cierre a los temas abordados. Y González
no sólo evitó la esperable rechifla al sanjuanino, sino que abrió la reflexión
hacia los contenidos laicos o sacros de la herencia cultural argentina, y al
modo en que se han hecho presentes, a veces de modo trágico, en la historia
política del país.
Ya trazado el mapa del desencuentro de ambas
tradiciones –la sacra y la laica-, González volvió sobre aquel llamado de
Francisco a “primerear”: dijo que se trataba de “una palabra de la picaresca”,
y puso especial énfasis en que “el Papa proviene también de la ilustración
popular”. Recordó que, antes de ser Francisco, Bergoglio era “uno de los
grandes oradores de la vida política y religiosa de la Argentina”: “Y no son
muchos, La otra es la Presidenta”. Aquí Sánchez Sorondo lo chicaneó: “¿La
Presidenta usa ‘primerear’ también?”. “No, usa otras que están tomadas de
argots aún más extremos”. Y agregó González: “El argot que usa la Presidenta va
desde ciertos tributos extremos al modo en que se cuece el idioma popular hasta
refinadísimos análisis de geopolítica mundial. El arco que abarca la Presidenta
todos lo conocemos: es una cuestión retórica que anima permanentemente la vida
política argentina”.
Y hablando de retórica, dijo Horacio, “la retórica
que utiliza el Papado disputa con los medios: disputa los términos de
universalización que tienen los medios de comunicación globalizados”. Y, como
la Iglesia ya “manya” algo acerca de la globalización, entonces “antes que TN sabe
lo que es la globalización; la ha primereado”. Pero eso mismo no lo sabía la
lengua política argentina antes de enfrentarse con “las grandes entidades retóricas que primerean
cómo hay que hablar”. “Y he ahí el tema de lo que hay que liberar, de lo que
hay que emancipar, que me parece que es la lengua, el modo en que nos
intervinculamos, el modo en que conversamos, y el modo en que generamos
estructuras significativas deI lenguaje a diario”. “Ahí hinca su investigación
más privilegiada la idea de emancipación, porque está en nuestra lengua el modo
en que definimos la vida cotidiana, la vida política, la vida productiva, e
incluso la vida militar de los países como algo que puede emanciparnos o como
algo que puede oprimirnos”. Francisco primerea entonces “usando la picaresca
nacional que conocemos bien” y disputa en nombre de una globalización más
justa, y sería torpe que los laicos permaneciésemos indiferentes a este debate.
(En este punto, Horacio rescató “la figura, el
fantasma, el espectro de Rodolfo Walsh” como centro -más presente hoy que en su
propia época- de la tradición laica. “Tanto él como Cooke son nuestros
peronistas irlandeses. Acá se habló bastante de Irlanda: se olvidó el Sinn Féin
de mencionar la sucursal argentina del movimiento irlandés que son Rodolfo
Walsh y John William Cooke”).
Volviendo al tema, la disputa de la época es por
quién tiene la última palabra y entonces “la teoría de la información es la
etapa superior de la teoría del imperialismo”. La lengua queda así domesticada
por los gerentes de contendidos de miles de horas de programación, y de ese
modo somos prefigurados como sujetos de la lengua. “Frente a esto se levanta la
teoría de la emancipación, frente a esta chatura y a este desvío de la lengua”.
“La emancipación es una sospecha, no es un programa: deseamos que ocurra y puede no ocurrir, y puede ser nuestros recuerdos: el recuerdo de esta noche, de
este teatro, y también la emancipación es el recuerdo de todos los grandes textos
que leímos”.
En fin, como advertimos, este es apenas un punteo de
algunos instantes memorables de este Foro. Y aunque González no acuerde con el
título que le hemos dado a esta crónica, guardaremos el recuerdo de esta noche dichosa
tanto en lo que tuvo de emancipatoria como de dura advertencia: “Tocando a
Bolívar como lo están tocando, y tocando a Venezuela como la están tocando,
están tocando nuestra lengua política y el modo en que hablamos”.
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