Más allá del equívoco del título, este no es un
escrito sobre folklore. O sí, pero en todo caso eso se verá después. Lo cierto es
que el Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad comenzó y concluyó
del mismo modo: con exhortaciones a recuperar el canto y las canciones. “La
patria que hemos soñamos tiene el nombre del futuro: cantemos para ella nuestra
mejor canción”, fueron las muy elaboradas palabras de la ministra Teresa Parodi
en el inicio de la primer jornada. Por su parte, en el cierre, Marisa Matías
recordó –y casi cantó- los versos de “Grândola, Vila Morena” (“Tierra de
fraternidad, el pueblo es quien más ordena dentro de ti, oh ciudad”), una canción
significativa durante la Revolución de los Claveles, es decir dos años antes
que Matías naciera.
La música popular forma parte de la educación
informal, esa que nos llega por tradición cultural. En este sentido, Paco
Ignacio Taibo II sostuvo que “la educación sentimental es la que construye la
cultura, esa educación que no se va”. “La Tabla Periódica de los Elementos no
me la sé”, admitió el mexicano. Pero al conocer la historia y sobre todo la
enseñanza del “todos para uno y uno para todos” de Los Tres Mosqueteros, sabe
que “el trabajo cultural construye columna vertebral, construye organización”, y
hace a la formación política de los militantes. Y de los no militantes también
porque acceder al mundo de la lectura es “poder ver el mundo con los ojos de
otros: romper la cárcel del yo”. Como biógrafo del Che, Paco Taibo hizo un fuerte llamado
al revisionismo histórico como modo de recuperar nuestra identidad
latinoamericana: “La idea bolivariana es también una idea guevarista, no se nos
olvide”.
Hablando de identidades y subjetividades, Ticio
Escobar abordó el problema de cómo se constituyen los sujetos históricos: “Las
identidades no son herencias sustanciales que caen del cielo”, y exigen dificultosas
apropiaciones y el trabajo de asumirlas. En una senda similar, la comandante
salvadoreña Nidia Díaz afirmó que si las “generaciones no saben de donde
vienen, no pueden interpretar un presente y proyectar un futuro de esperanza”.
(Se repiten términos poco académicos en estas crónicas, pero es que así
“funcionaron” la mayoría de las mesas del Foro, citando poetas, escritores,
cantoras y voces amadas. Germán Cano dijo: “Estamos ante la opción de la
cultura del miedo o la cultura de la ilusión. Y va a vencer la cultura de la
ilusión”, Y Konstantinos Tsoukalas afirmó: “Podemos disfrutar de nuestras
fantasías utópicas reprimidas. Venceremos!”). Luego de las palabras de Escobar,
Taibo y Díaz, y ante la llegada de Hebe de Bonafini, el moderador Gonzalo Civila
dijo que daban ganas de cantar “esa otra que cantan ustedes que dice: no nos
han vencido”.
El nombre del último panel –“La Nueva Generación ante
la disputa del presente- dio bastante tela para cortar. Axel Kicillof dijo no
saber cómo mensurar una generación, y Camila Vallejo recordó un discurso del
Chicho Allende en el que sostenía que se trataba de una lucha social y no de
una batalla entre generaciones. Dejando a un lado la novedad de “lo nuevo”,
Axel retomó la polémica en torno del papel del estado al afirmar que “en la Argentina
tenemos un estado rebelde. Autónomo, independiente. Tenemos un estado que lucha
contra los poderes genuinos”. Contó de los trabajos al interior del estado para
que sus funcionarios comprendan el rol de inclusión de los ciudadanos (llegó
inclusive a hablar de “catequización”). Parada sobre otra realidad, Camila
insistió en que “la mera conflictividad social sin disputa política, no tiene
sentido”. El horizonte chileno, explicó, exige una Asamblea Constituyente.
Gabriela Rivadeneira narró los avances y desafíos de
la Revolución Ciudadana de Ecuador durante un discurso fogoso en el que no
cesó de citar, trayendo los nombres claves del actual proceso de emancipación,
de Chávez a Kirchner, sin olvidarse tampoco del pionero Fidel. En un congreso
tan plural y diverso organizado por las autoridades de un gobierno peronista, y
ante un auditorio manifiestamente peroncho, el más permeable fue Iñigo Errejón,
quien citó explícitamente a don Arturo Jauretche –aquello de que “las
multitudes no odian”- y tácitamente a Evita: “Donde hay una necesidad, nace un
derecho”. Por su parte, tanto Kicillof como Mariano Recalde hablaron de su
identidad peronista y de la alegría cuando “apareció nuestro Perón”: Néstor
Kirchner.
La portuguesa Marisa Matías contó una anécdota vivida
en la noche porteña que nos va a servir para cerrar estas líneas. Dijo que estaba
con una compañera argentina, una muchacha de unos veinte años quien le dijo
algo que le permitió aprender “lo que fue la transición política aquí en la
Argentina”. “Mis abuelos bailaban el tango, mis padres no bailaban, pero
nosotros bailamos otra vez. Yo de verdad pienso que es una frase que condensa
todo un cambio político muy profundo de un pueblo que volvió a bailar”. Y tiene
razón Marisa: es tan contagioso esto que vivimos que ella misma casi se anima a
cantar un fado en pleno Cervantes. Cuando se asumen las tradiciones
emancipatorias, cuando las subjetividades pasan a ser identidades colectivas, cantar
y bailar también forman parte de la batalla por la hegemonía cultural, por la
emancipación de las voces y los cuerpos. En la Argentina, tierra de fraternidad!
Por Carlos Semorile.
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