Acabo de ver la película inglesa “´71” (Yann Demange,
2014), que trata sobre el conflicto norirlandés y tiene varias similitudes con
“Larga es la noche”, el famoso film de 1947. Ambas tienen el mismo escenario, Belfast,
y se repite el hecho de que un hombre herido busca llegar hasta sus compañeros
para salvar su vida. Pero si en la cinta de Carol Reed, el fugitivo era un
militante del IRA (James Mason), aquí se invierten los términos y se trata de
un soldado inglés (Jack O´Conell) que participa, como fuerza de choque, en la
cacería de militantes republicanos en 1971. Ante la zona liberada que imponen las
fuerzas inglesas, se arma una solidaria escaramuza callejera, y el soldado debe
perseguir a un niño que les arrebata un fusil. Atrapa al pibe pero, aislado de
su pelotón, es desarmado por los vecinos y recibe una feroz paliza. Abandonado
a su suerte, asiste al asesinato de un compañero y logra escapar a duras penas.
Hasta aquí las similitudes o, si se quiere, la
reescritura de un clásico. De allí en adelante, la peli de Demange (con guión
del dramaturgo escosés Gregory Burke) se adentra en las muy severas reyertas
internas del IRA, pero también en el papel que juegan los paramilitares
ingleses y su relación con los terroristas protestantes y, sobre todo, en su
infiltración de las facciones republicanas. El soldado que interpreta O´Conell
es involuntario testigo de estas tramoyas y, por eso mismo y sin él saberlo, no
sólo quieren su muerte los irlandeses más fierreros, sino también los servicios
secretos británicos que le temen a su testimonio. Toda la complejidad del
entramado del Norte de Irlanda mantiene su tensión hasta el fin de la
historia, sin caer en golpes bajos ni en soluciones tan simplistas como
irreales. Sin embargo…, queda sin responder la pregunta que mi cuate Esteban
les hiciera a los yanquis asentados en Panamá.
Con Esteban fuimos compañeros en primer año del
secundario, y luego vecinos de barrio cuando tuvimos cambiados los turnos del cole: en la parada del bondi nos pasábamos
los trabajos de las materias, y los profes corregían 2 veces los mismos laburos
pero los calificaban de modo diverso, dependiendo del concepto que nos tenían a
cada uno. Después me mudé y nos perdimos el rastro, hasta que en el lapso de un
año y monedas nos cruzamos dos veces casi en la misma esquina. En la primera
ocasión, él dudaba si seguir padeciendo ingeniería o si largarse a recorrer
Latinoamérica. En el segundo encuentro, rebosaba felicidad: recién llegaba de
México, se disponía a cambiar de carrera. Entre las anécdotas del viaje,
destacaba la de su distraída entrada a la zona del Canal de Panamá; lo
detuvieron unos marines que le preguntaron que hacía allí, a lo que Esteban
contestó: “¡¿Qué hacen ustedes acá?!”
Esa es la pregunta crucial, porque si queda sin
responder todo el resto puede estar muy
bien, pero se pierde el sentido del drama de una nación y de su pueblo. Los
irlandeses pueden tener mil quilombos entre ellos, pero los
ingleses no tienen nada que hacer allí. Y la mentira más grande que se dice en
“´71” la formula un milico cuando les asegura a los soldados que, aunque vayan
a Belfast, siguen estando en el mismo país. No jodan: son fuerzas de ocupación en una
patria llamada Irlanda. ¿Y qué carajo hacen ustedes acá?
Por Carlos Semorile.
Coincido: "¿Y qué carajo hacen ustedes acá?". Felicitaciones por la crítica.
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