De aquí en más, y como viene sucediendo desde hace
semanas, van a intentar que usted se sume a una marcha convocada por un
conjunto heterogéneo de fiscales encubridores, procesistas confesas, empleados
de embajadas extranjeras, varias clases de inútiles de toda inutilidad,
testaferras de fondos buitres, ex espías y falsas profetas. Usted, él, yo,
todos los conocemos y sabemos bien que no han sabido, no han podido, y no han
querido juntarse para ofrecer en serio una alternativa superadora del proyecto
que hoy gobierna. O sea que sólo los reúne el deseo profundo de hacer daño. ¿A
Cristina? No sea iluso, mi amigo. La Presidenta va a salir fortalecida de este
fango de mentiras, y va a seguir conduciendo este proyecto que nos llevó de la
fragmentación a la integración en todos los órdenes de la vida social. El que
va a salir jodido es usted, su familia, sus amigos y conocidos. Todos los que
ama.
Porque eso es lo que pasa con los golpes de estado,
no? Al principio, parece que van a perseguir a unos pocos –en este caso, a los
kirchneristas-, pero al final terminamos todos jodidos. Se acaba el poco o
mediano bienestar que cada quien alcanzó, de a poco se va angostando el
consumo, como quien no quiere la cosa desaparece el laburo, misteriosamente crece
la deuda pero no se proyectan ni mucho menos se hacen obras, empiezan los
ajustes, crece la malaria y nos agobia la desazón. Y cuando uno se aviva, suele
ser demasiado tarde: la población vive atemorizada, la protesta está judicializada,
y se han desarticulado los lazos sociales. ¿No lo recuerda -o si es usted más
joven- no le contaron cómo fue la larga noche neoliberal que comenzó con la
dictadura, profundizó el menemismo, y se fue al carajo el 19 y 20 diciembre de
2001? Haga memoria o entérese: ese el país que quieren los organizadores del
18F.
No sé usted, pero a mí me suena a demasía llamarlos
“organizadores”. Está visto y probado que no pueden organizar nada medianamente
complejo. Son meros instrumentos de grandes medios y otros poderes que los
necesitan para desmembrar a una comunidad pacífica hasta convertirnos en un
manojo de seres aislados, hambrientos y asustados. ¿Le parece que exagero? Agarre
un mapa, busque Europa, e infórmese de cómo la pasan de mal muchos de esos pueblos
y de la jauja de dinero que fluye hacia los bancos y las demás grandes corporaciones.
Créame: usted no quisiera estar en los zapatos de esas pobres gentes. Acá, en nuestra Argentina, le puede
ir a veces mejor o a veces peor, pero no le va mal y tiene la libertad de decir
lo que se le antoja. Lo que no tiene es una oposición que esté a la altura de
las circunstancias: son vociferantes y golpistas. No camine junto a los que nos
quieren abismar. Son pasos perdidos.
Por Carlos Semorile.
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