martes, 10 de febrero de 2015

Los pasos perdidos



De aquí en más, y como viene sucediendo desde hace semanas, van a intentar que usted se sume a una marcha convocada por un conjunto heterogéneo de fiscales encubridores, procesistas confesas, empleados de embajadas extranjeras, varias clases de inútiles de toda inutilidad, testaferras de fondos buitres, ex espías y falsas profetas. Usted, él, yo, todos los conocemos y sabemos bien que no han sabido, no han podido, y no han querido juntarse para ofrecer en serio una alternativa superadora del proyecto que hoy gobierna. O sea que sólo los reúne el deseo profundo de hacer daño. ¿A Cristina? No sea iluso, mi amigo. La Presidenta va a salir fortalecida de este fango de mentiras, y va a seguir conduciendo este proyecto que nos llevó de la fragmentación a la integración en todos los órdenes de la vida social. El que va a salir jodido es usted, su familia, sus amigos y conocidos. Todos los que ama.

Porque eso es lo que pasa con los golpes de estado, no? Al principio, parece que van a perseguir a unos pocos –en este caso, a los kirchneristas-, pero al final terminamos todos jodidos. Se acaba el poco o mediano bienestar que cada quien alcanzó, de a poco se va angostando el consumo, como quien no quiere la cosa desaparece el laburo, misteriosamente crece la deuda pero no se proyectan ni mucho menos se hacen obras, empiezan los ajustes, crece la malaria y nos agobia la desazón. Y cuando uno se aviva, suele ser demasiado tarde: la población vive atemorizada, la protesta está judicializada, y se han desarticulado los lazos sociales. ¿No lo recuerda -o si es usted más joven- no le contaron cómo fue la larga noche neoliberal que comenzó con la dictadura, profundizó el menemismo, y se fue al carajo el 19 y 20 diciembre de 2001? Haga memoria o entérese: ese el país que quieren los organizadores del 18F.

No sé usted, pero a mí me suena a demasía llamarlos “organizadores”. Está visto y probado que no pueden organizar nada medianamente complejo. Son meros instrumentos de grandes medios y otros poderes que los necesitan para desmembrar a una comunidad pacífica hasta convertirnos en un manojo de seres aislados, hambrientos y asustados. ¿Le parece que exagero? Agarre un mapa, busque Europa, e infórmese de cómo la pasan de mal muchos de esos pueblos y de la jauja de dinero que fluye hacia los bancos y las demás grandes corporaciones. Créame: usted no quisiera estar en los zapatos de esas pobres  gentes. Acá, en nuestra Argentina, le puede ir a veces mejor o a veces peor, pero no le va mal y tiene la libertad de decir lo que se le antoja. Lo que no tiene es una oposición que esté a la altura de las circunstancias: son vociferantes y golpistas. No camine junto a los que nos quieren abismar. Son pasos perdidos.  

Por Carlos Semorile.

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