A fin de año me dediqué a ordenar papeles y archivos,
y en esa tarea volví a toparme con gran cantidad de artículos que dan cuenta
del fenómeno de transformación social que la Argentina comenzó a vivir a partir
de 2003. Y aún desde antes de que Néstor Kirchner demostrara en los hechos que
no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Rosada, como lo atestigua
“El hombre que venía”. Tomando esta conocida nota de Nicolás Casullo como punto
de partida, puede decirse que se produjeron un conjunto de textos notables que
han estado a la altura de la complejidad de la época que venimos transitando.
Sin ninguna pretensión de exhaustividad, podría mencionar las reflexiones de
Ricardo Forster, las muy jugosas entrevistas a Ernesto Laclau y a Casullo, los
trabajos de Carta Abierta, las “Notas para una caracterización del
kirchnerismo” de Eduardo Rinessi y, por supuesto, los valiosos escritos de
Horacio González.
Como dije, hay mucho más y cada quien puede armar su
propia lista de referencia. No todos los papeles pertenecen a la academia, y
hay excelentes laburos de Norberto Galasso, Enrique Masllorens, Sandra Russo
(“El iluminador”, acerca del asombro ante un presidente Kirchner que iba sembrando
esperanzas), Orlando Barone (“Fábula del periodista sospechoso” y “La derecha
es feliz cuando gobierna la derecha”, sobre el Chile de Piñera), Ana Jaramillo
(“El modelo de sustitución de importaciones de ideas”), Hernán Brienza, Federico
Bernal, y Roberto Caballero (“La historia la ganan los que escriben”,
formidable diálogo con Gabriel Mariotto). La parcialidad del listado se debe a
las limitaciones de quien esto escribe, y a un mal endémico que aún no hemos
logrado superar: el desconocimiento de tanto/a compañero/a que seguramente
plasmó con talento y buen criterio su pensamiento sobre la Patria.
Desde ya que aquí están faltando los discursos de
Cristina Kirchner, que muchas veces funcionan como el acicate de tantos otros
escritos que intentan seguir pensando los temas que ella va planteando en su
agenda de gran estratega del desarrollo con justicia e igualdad. Ese trabajo de
docencia –sea en formato de arenga o de disertación- ya forma un “corpus” para
quienquiera saber por qué la Argentina despilfarró en el pasado sus grandes
chances de crecimiento, y cómo hizo –y hace todavía- para dejar atrás la falsa
condena a la fragmentación, el abatimiento y la desdicha. Y uso adrede estos
tres términos porque en la oratoria de la Presidenta no sólo se encuentran
todos los datos y todas las claves para comprender los escabrosos meandros de
la economía, sino también todo el abanico de conquistas espirituales, y por qué
el peronismo representa la reparación por igual del mundo material y del mundo
espiritual.
Sin ánimo de ofender, debo decir que no he escuchado
ni he leído ninguna palabra salida de la boca o la pluma de un opositor que me
haga dudar, aunque sea por un instante, que estamos desacertados en las líneas
directrices de esta revolución pacífica que le permite a los argentinos
recuperar el trabajo y el consumo, pero también la dignidad y el orgullo. Los
que no ven más allá de sus narices, están sin ideas ni argumentos. Como dice el
compañero José Míguez, lo que en verdad tienen para decirle a la sociedad “es inexpresable” y entonces no pueden hablar “sin
condenarse”. Es una historia que viene de lejos, de cuando Mitre decidió “extraviar”
el Plan de Operaciones de Moreno y cuando el cáncer de lengua de Castelli privó
de su mejor orador a la Revolución de Mayo. Hoy la taba se dio vuelta. Mientras
los escritos y las palabras del Bicentenario marcan el rumbo, la mafia liberal apela al silencio.
Por Carlos Semorile.
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