La sociedad de consumo arrastra una profunda contradicción
respecto a la niñez: por momentos, la sacraliza (los niños son lo mejor de la
vida), pero al mismo tiempo la denigra y rebaja a ser un nicho de
satisfacciones materiales. Es la misma sociedad que clama por la inocencia de las
niñas secuestradas por un grupo fundamentalista (o cualquier otra barbarie por
el estilo), pero pierde la calma cuando se trata de niños que no son sólo
víctimas sino que además hacen algo como, por ejemplo, levantar una bandera.
Para decirlo de una buena vez: los niños atendidos por Médicos sin Fronteras
tienen buena prensa, pero los pibes palestinos arrojando piedras resultan
incómodos. Cuando era un peque camporista, me regalaron un libro de fotos de los
niños vietnamitas en armas y siempre tuve claro que esos pibes hacían, nada más
y nada menos, lo que les tocaba hacer. Comparado con ellos, Casey es Binner.
Pero comparado con Sabsay, Casey es Cooke. No estoy
pregonando su candidatura ni nada por el estilo. El tiempo dirá dónde se ubica
el joven Casey, y dónde el adulto Casey, porque esta batalla es hasta el último
día y creo que hay que ser morenistas y volver a promulgar el Decreto de Supresión
de Honores para “tutti quanti”. Pero, mientras tanto, hay muchos Caseys dando
vueltas por ahí, soñando ser presidentas, científicos, dirigentes, técnicas,
etcétera, y esas esperanzas son noticias que nos llegan desde el futuro. Por
fortuna, el porvenir no viene con niños armados ni con niñas secuestradas: el
futuro llega de la mano de este cambio de mentalidad que le permite a un pibe
proyectar la construcción del Peronismo para la Victoria. Estos botijas son
hijos de esta década y, como suele decir el Tata Cedrón, “si aseguramos diez
años más de Paka-Paka, les ganamos por goleada”.
“Toma este mundo, es tuyo.
Te lo entrego.
El oficio de hombre es bello y duro.
La calle es ancha y larga.
Su frontera, el recuerdo y el olvido.
Sus horizontes, algo que vendrá.
No es puro idilio, no, pero es real y mágico.
Digno de ser vivido y defendido
y superado y transformado
y andado por caminos de amor hacia la aurora,
de los días risueños y en las tristes jornadas.
Y amado, amado, amado.
Toma este mundo. Te lo doy por nada.
Y pasarán las horas y las horas
y crecerán tus años. ¡Ay, que ninguna pena
destiña la amapola celeste de tus venas!”
El oficio de hombre es bello y duro.
La calle es ancha y larga.
Su frontera, el recuerdo y el olvido.
Sus horizontes, algo que vendrá.
No es puro idilio, no, pero es real y mágico.
Digno de ser vivido y defendido
y superado y transformado
y andado por caminos de amor hacia la aurora,
de los días risueños y en las tristes jornadas.
Y amado, amado, amado.
Toma este mundo. Te lo doy por nada.
Y pasarán las horas y las horas
y crecerán tus años. ¡Ay, que ninguna pena
destiña la amapola celeste de tus venas!”
Raúl González Tuñón
Poema para un niño que habla
con las cosas
(Fragmento)
Por Carlos Semorile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario