Considérelo más allá de todo partidismo. Sea capaz de
verlo como una acción objetiva, y reflexione si el Arsat-1 no representa un
giro copernicano en términos de ciencia y técnica argentinas. Véalo desde una
perspectiva nacional, y luego dígame si vale la pena seguir repitiendo aquello
de que “este es un país de m…”. Recuérdese a sí mismo frente a la tele cuando
el alunizaje del Apolo 11 y, si fue niño en 1969, rememore los horizontes que de
un solo golpe tuvo frente a sus ojos. Piense ahora en los pibes argentinos que hace
apenas unos días vieron el lanzamiento de un satélite nuestro, e imagínese las
esperanzas y los sueños que pueden albergar sus tiernos corazones. Recapacite,
además, que para esos críos –y para muchos otros por venir- ya no se tratará de
quimeras sino de palpables realidades. Ahora, haga un último esfuerzo y confíe
que en este despegue se cifra buena parte de nuestro futuro.
Por Carlos Semorile.
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