lunes, 27 de octubre de 2014

Ni un irlandés bueno



Anoche me desvelé viendo “Larga es la noche”, la notable peli de Carol Reed con James Mason y Kathleen Ryan. Mason es Jhonny Queen, un militante recién salido de la cárcel que quedará herido luego de un asalto para recaudar fondos para el IRA. Sus compañeros lo abandonan a su suerte, y JQ pasará la penosa jornada de su calvario por las calles de Belfast mientras todas las puertas se cierran a su paso. En las críticas se menciona que el miedo impide asilar o asistir al fugitivo, pero nada se dice del modo en que son retratados los irlandeses de a pie, comenzando por los propios compañeros del Sinn Féin que parecen incapaces de hacer una bien. Luego, están la madama delatora, las vecinas asustadas, el cochero y los bármans que no se quieren comprometer, los marginales que sólo piensan en sacar algún provecho y el cura que aspira a confesarlo antes de que las autoridades lo lleven al patíbulo.

Del otro lado, la eficiencia de la maquinaria policial inglesa que todo lo sabe y que siempre está un paso por delante de las intenciones de Kathleen, la enamorada de Jhonny que en su desesperación saldrá a buscarlo por la propia y terminará generando la única chance cierta de escape. Acá no se discuten los méritos del film en cuanto película de acción y drama personal, que es donde su director la quiso situar. Pero resulta que se pinta, además, una tragedia social en la cual, entre el alcohol y la falta de perspectivas colectivas, no se salva casi nadie. Así las cosas, podría pensarse que a los “paddys” –borrachos, pendencieros, gente sin honor y sin palabra- les conviene continuar bajo la tutela inglesa. El cine es un espejo, y algún día quisiera ver cómo fue que la larga noche de la ocupación británica –siete siglos- generó alcoholismo, desesperanza y buchones. Pero también rebeldes, mártires y patriotas en Éire.

Por Carlos Semorile.

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