Hoy es uno de esos días presentidos, más desde los anhelos
que desde las certezas. Y es que este día tenía que llegar, traernos su prístina
luz, su fortísima conciencia reparatoria, y el legado de todas las generaciones
que en este país dejaron un testimonio de lucha, de coraje y de esperanzas. Sin
esa herencia nuestra identidad se reciente y se diluye, pero con ella somos mucho
más nosotros mismos de lo que jamás imaginamos ser.
Ya lo dijo Néstor, y aquí lo reafirmamos: somos los
nietos de Estela de Carlotto. Hijos, nietos y bisnietos de una incesante pasión
argentina: la búsqueda inclaudicable de Verdad y Justicia. Porque este país es
nuestro, y no de los turros: de los que amamos al prójimo, de los que somos
capaces de hermanarnos en esta emoción tan bella y tan sin mácula, y de los que
creemos que en el porvenir todavía nos aguardan muchas más jornadas hermosas y
formidables como la de hoy.
Por Carlos Semorile.
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