jueves, 22 de mayo de 2014

Los trenes de Cristina



No sé si les pasa, pero en casa la de las relaciones sociales es mi compañera y el parco soy yo: a ella, “la gente” le habla, y a mí me ignoran, lo cual es bueno para todos. Hace unos meses, estábamos comprando verduras en uno de los chinos del barrio, y en la cola un niño de unos cuatro años “sacó el tema” de “los trenes de Cristina Fernández de Kirchner”. La madre de la criatura, un ejemplar prototípico de la clase media, se apresuró a declarar su fobia anti-K, dando por sentado que íbamos a festejarle la gracia. Manifestadas nuestras divergencias, y aclarados los tantos, ella nos contó que el pibe la tenía harta pidiéndole que lo llevase a ver “los trenes de Cristina”. Nos reímos un rato los tres –menos el chiquito, que insistía-, y nos despedimos aconsejándole visitar Tecnópolis.

Luego, comentando el hecho, no pudimos pasar por alto que el gurí tenía las cosas más claras que su propia madre. Y hoy, viéndola a Cristina inaugurar las nuevas formaciones del Sarmiento, me acordé de ellos y me imaginé un cuadro de Santoro: “El niño nacional dándole la sopa popular a la mamá gorila”. Y también me vinieron a la mente las palabras del compañero Jorge Marinovich, cuando dice que debemos tener “la claridad de entender este proyecto, que no pide intelectuales ni sabios, sólo te pide no ser pelotudo”. Eso mismo digo: si mirás bien “los trenes de Cristina”, con “no ser pelotudo” alcanza.            

Carlos Semorile.

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