miércoles, 7 de mayo de 2014

“Hay algunos que parece que les gusta…”



El incidente “Violetta” deja alguna tela –no demasiada, tampoco exageremos- para cortar. Supongamos que el Niño Mauricio no estuviese exento de ingenio, y que dijera piropos como "culo" y permitiese que lo fotografíen mirándole los pechos a una "teen" para "humanizarse" ante "la gente". Sí, supón que lo hace o que “le sale” -y después lo usa- para volverse “uno más” ante esos mismos vecinos a los que en todas sus decisiones políticas los trata como "teenagers" y, de paso, les toca bien el culo. Digo, es un suponer, pero si fuera esa la movida del dizque ingeniero, ¿sirve de algo la indignación exclusivamente “moral”, en vez de encontrarle la vuelta política a esta ciudad malamente emancipada y, de paso, a la agenda que constantemente nos marcan los medios? ¿La indignación puramente moral no nos lleva de las narices a una salida “ética” –pero no política- como ya sucediera en los albores de la “Alianza”? No es una pregunta simpática, pero nos puede servir para esquivar el falso dilema entre la corrupción y la honestidad (como máximas inmutables de la vida en comunidad), y plantear el debate en términos de pueblo o corporaciones.

Cuando uno piensa en este personaje y sus “ambientaciones”, es insoslayable evocar la figura y las puestas en escena del ex presidente Menem: la misma lógica y la misma ortodoxia liberal, acompañadas de una misma complacencia de una parte de la sociedad. Respecto de esto último, recuerdo siempre un viaje en taxi de mi tío Marucho, un recorrido breve y fuertemente debatido que casi termina a las piñas. El taxista comenzó a elogiar las políticas privatistas del riojano y Marucho, que era de los que pensaban que las batallas hay que darlas todas y en todas partes, le fue rebatiendo cada una de sus afirmaciones. La discusión siguió enardecida cuando ya habían llegado a destino y se resolvía el tema del pago del viaje y su vuelto, situación que el tachero aprovechó para decir: “Lo que pasa es que Menem se los cogió a todos, y por eso están calentitos”. La respuesta de Marucho fue antológica: “Sí, nos violó a todos pero mientras algunos nos opusimos, hay otros que parece que les gusta”.

Si alguna moraleja puede extraerse de aquí, es que efectivamente hay algunos cuantos porteños que parecen amar todos los globos o preservativos violetas que Macri tiene en su “merchandising”, ya sea para vender, ya sea para sodomizar. Y a estos, no hay indignación que los alcance: ni el piropeado culo, ni las tetas de Violetta (“si es una nena”), ni las escuchas telefónicas, ni las aulas containers, ni los derrumbes, ni la tala de árboles en la 9 de Julio, ni las inundaciones, ni que nos haya endeudado salvajemente, ni todo eso –y todo lo que faltaría enumerar- junto y empaquetado. Pero hay otros muchos que están a la espera de que superemos la etapa de la indignación anecdótica, y sepamos explicar -y comunicar- que todo ese conjunto de malas acciones son la cara visible de una política sin pueblo, sin alma  y sin corazón, destinada a joderles la vida a los que menos tienen, y a favorecer a un pequeño, pero poderoso, sector de la economía que siempre ha vivido esquilmando el patrimonio social acumulado de los argentinos. La salida de este infierno no es la falsa ética y la doble moral aliancista, sino las políticas sociales peronistas.

Por Carlos Semorile.

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