El incidente “Violetta” deja alguna tela –no
demasiada, tampoco exageremos- para cortar. Supongamos que el Niño Mauricio no estuviese exento de ingenio, y que dijera
piropos como "culo" y permitiese que lo fotografíen mirándole los
pechos a una "teen" para "humanizarse" ante "la
gente". Sí, supón que lo hace o que “le sale” -y después lo usa- para
volverse “uno más” ante esos mismos vecinos a los que en todas sus decisiones
políticas los trata como "teenagers" y, de paso, les toca bien el
culo. Digo, es un suponer, pero si fuera esa la movida del dizque ingeniero,
¿sirve de algo la indignación exclusivamente “moral”, en vez de encontrarle la
vuelta política a esta ciudad malamente emancipada y, de paso, a la agenda que
constantemente nos marcan los medios? ¿La indignación puramente moral no nos
lleva de las narices a una salida “ética” –pero no política- como ya sucediera
en los albores de la “Alianza”? No es una pregunta simpática, pero nos puede
servir para esquivar el falso dilema entre la corrupción y la honestidad (como
máximas inmutables de la vida en comunidad), y plantear el debate en términos
de pueblo o corporaciones.
Cuando uno piensa en este
personaje y sus “ambientaciones”, es insoslayable evocar la figura y las
puestas en escena del ex presidente Menem: la misma lógica y la misma ortodoxia
liberal, acompañadas de una misma complacencia de una parte de la sociedad. Respecto
de esto último, recuerdo siempre un viaje en taxi de mi tío Marucho, un
recorrido breve y fuertemente debatido que casi termina a las piñas. El taxista
comenzó a elogiar las políticas privatistas del riojano y Marucho, que era de
los que pensaban que las batallas hay que darlas todas y en todas partes, le
fue rebatiendo cada una de sus afirmaciones. La discusión siguió enardecida
cuando ya habían llegado a destino y se resolvía el tema del pago del viaje y
su vuelto, situación que el tachero aprovechó para decir: “Lo que pasa es que
Menem se los cogió a todos, y por eso están calentitos”. La respuesta de
Marucho fue antológica: “Sí, nos violó a todos pero mientras algunos nos
opusimos, hay otros que parece
que les gusta”.
Si alguna moraleja puede extraerse de aquí, es que
efectivamente hay algunos cuantos porteños que parecen
amar todos los globos o preservativos violetas que Macri tiene en su
“merchandising”, ya sea para vender, ya sea para sodomizar. Y a estos, no hay
indignación que los alcance: ni el piropeado culo, ni las tetas de Violetta
(“si es una nena”), ni las escuchas telefónicas, ni las aulas containers, ni
los derrumbes, ni la tala de árboles en la 9 de Julio, ni las inundaciones, ni que
nos haya endeudado salvajemente, ni todo eso –y todo lo que faltaría enumerar-
junto y empaquetado. Pero hay otros muchos que están a la espera de que
superemos la etapa de la indignación anecdótica, y sepamos explicar -y
comunicar- que todo ese conjunto de malas acciones son la cara visible de una
política sin pueblo, sin alma y sin
corazón, destinada a joderles la vida a los que menos tienen, y a favorecer a
un pequeño, pero poderoso, sector de la economía que siempre ha vivido
esquilmando el patrimonio social acumulado de los argentinos. La salida de este
infierno no es la falsa ética y la doble moral aliancista, sino las políticas
sociales peronistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario