Así la llamó el impar Scalabrini Ortiz. Y “mientras
haya un solo pobre en la Patria” (como dice Cristina), la Plaza de Mayo seguirá
siendo “la Plaza de nuestras libertades”, las libertades que conquistamos pero
también las libertades que aún nos faltan. La que alguna vez fue “la Plaza de
la Victoria” (y también “la Plaza del Fuerte”), sigue siendo el escenario
central de la política argentina y permanece abierta a nuevas interpelaciones y
a nuevos nombres. En ese sentido, nos
arriesgamos a decir que desde anoche podría ser nombrada como “la Plaza del
Pensamiento Nacional”. Y no sólo porque la Presidenta haya rescatado la memoria
luminosa y fecunda de don Arturo Jauretche, sino porque una multitud silenciosa
la escuchó resignificar la idea de “unidad nacional” para que las grandes
mayorías nacionales sepan asegurar un futuro que nos garantice “el sentido de
pertenencia e identidad cultural”.
Estas nociones, fuertemente presentes en las
reflexiones de los hombres de FORJA, cobran una actualidad inusitada cuando la
Jefa del Estado dice que no puede haber “Revolución sin Pueblo”. Y lo dice,
justamente, frente a una Plaza colmada de argentinas y argentinos que, a lo
largo de esta década, han resistido el discurso cizañero de las corporaciones
mediáticas y no han dejado su “sentido de pertenencia e identidad cultural”
frente a las pantallas del odio y la desmoralización. No es poca cosa y, cuando
se haga el recuento de esta jornada maravillosa, sería bueno que se tenga en
cuenta que aquí hubo un pueblo que, como pedía Jauretche, no dejó que le
robasen la alegría.
Conciente de la espesura de esta encrucijada entre lo
nacional y los mezquinos intereses de facción, Cristina dice: "debemos
tener fe en la patria, en la nación, en nuestra historia, en nuestras
posibilidades, y para ello necesitamos de argentinos y argentinas
convencidos". Y, al mismo tiempo, nos pide que no la miremos como a la
esfinge de las tragedias griegas ya que “son ustedes los que saben muy bien qué
clase de convicciones y certezas requiere la nación para seguir cambiando este
destino que algunos nos quieren imponer y que empezamos a torcer el 25 de mayo
de 2003". No hay misterios porque “el futuro vino y llegó para quedarse”.
El futuro tiene nombres –inclusión, equidad,
igualdad-, nombres que son legados de un pasado glorioso, de otra década de
formidables transformaciones sociales, de una épica social y cultural que ya es
parte de nuestra mejor tradición política. Y para asegurar/conquistar ese
presente/futuro es necesario mantenernos unidos, pero no de cualquier modo ni
para despilfarrar el presente y rifar el futuro: "No me interesa la unidad
nacional para volver para atrás, no me interesa la unidad nacional para no
ocuparse de los pobres, no me interesa la unidad nacional que tengo que decir
que sí a culturas que no tienen nada que ver con nuestra historia y
necesidad".
Nuestra necesidad es la cristiana necesidad de
amarnos los unos a los otros, y brindarnos el mutuo respeto del pan, el cobijo
y la palabra. Eso es una cultura que piensa sin egoísmos, que abraza sin
prejuicios, que incluye a los más desposeídos. Y que, “mientras haya un solo
pobre en la Patria”, seguirá convocando a las multitudes argentinas a reunirse
en “la Plaza de nuestras libertades”. Para seguir pensando en nacional, para
que todas y todos podamos ser dichosos bajo este cielo y sobre este suelo de
los argentinos.
Gracias por estar siempre alerta y marcar los momentos. Me llevo el texto para el otro lado de la cordillera. Cariños.
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