domingo, 25 de mayo de 2014

La Plaza de nuestras libertades



Así la llamó el impar Scalabrini Ortiz. Y “mientras haya un solo pobre en la Patria” (como dice Cristina), la Plaza de Mayo seguirá siendo “la Plaza de nuestras libertades”, las libertades que conquistamos pero también las libertades que aún nos faltan. La que alguna vez fue “la Plaza de la Victoria” (y también “la Plaza del Fuerte”), sigue siendo el escenario central de la política argentina y permanece abierta a nuevas interpelaciones y a nuevos nombres. En ese  sentido, nos arriesgamos a decir que desde anoche podría ser nombrada como “la Plaza del Pensamiento Nacional”. Y no sólo porque la Presidenta haya rescatado la memoria luminosa y fecunda de don Arturo Jauretche, sino porque una multitud silenciosa la escuchó resignificar la idea de “unidad nacional” para que las grandes mayorías nacionales sepan asegurar un futuro que nos garantice “el sentido de pertenencia e identidad cultural”.

Estas nociones, fuertemente presentes en las reflexiones de los hombres de FORJA, cobran una actualidad inusitada cuando la Jefa del Estado dice que no puede haber “Revolución sin Pueblo”. Y lo dice, justamente, frente a una Plaza colmada de argentinas y argentinos que, a lo largo de esta década, han resistido el discurso cizañero de las corporaciones mediáticas y no han dejado su “sentido de pertenencia e identidad cultural” frente a las pantallas del odio y la desmoralización. No es poca cosa y, cuando se haga el recuento de esta jornada maravillosa, sería bueno que se tenga en cuenta que aquí hubo un pueblo que, como pedía Jauretche, no dejó que le robasen la alegría.

Conciente de la espesura de esta encrucijada entre lo nacional y los mezquinos intereses de facción, Cristina dice: "debemos tener fe en la patria, en la nación, en nuestra historia, en nuestras posibilidades, y para ello necesitamos de argentinos y argentinas convencidos". Y, al mismo tiempo, nos pide que no la miremos como a la esfinge de las tragedias griegas ya que “son ustedes los que saben muy bien qué clase de convicciones y certezas requiere la nación para seguir cambiando este destino que algunos nos quieren imponer y que empezamos a torcer el 25 de mayo de 2003". No hay misterios porque “el futuro vino y llegó para quedarse”.

El futuro tiene nombres –inclusión, equidad, igualdad-, nombres que son legados de un pasado glorioso, de otra década de formidables transformaciones sociales, de una épica social y cultural que ya es parte de nuestra mejor tradición política. Y para asegurar/conquistar ese presente/futuro es necesario mantenernos unidos, pero no de cualquier modo ni para despilfarrar el presente y rifar el futuro: "No me interesa la unidad nacional para volver para atrás, no me interesa la unidad nacional para no ocuparse de los pobres, no me interesa la unidad nacional que tengo que decir que sí a culturas que no tienen nada que ver con nuestra historia y necesidad".

Nuestra necesidad es la cristiana necesidad de amarnos los unos a los otros, y brindarnos el mutuo respeto del pan, el cobijo y la palabra. Eso es una cultura que piensa sin egoísmos, que abraza sin prejuicios, que incluye a los más desposeídos. Y que, “mientras haya un solo pobre en la Patria”, seguirá convocando a las multitudes argentinas a reunirse en “la Plaza de nuestras libertades”. Para seguir pensando en nacional, para que todas y todos podamos ser dichosos bajo este cielo y sobre este suelo de los argentinos.

Por Carlos Semorile.

1 comentario:

  1. Gracias por estar siempre alerta y marcar los momentos. Me llevo el texto para el otro lado de la cordillera. Cariños.

    ResponderEliminar