martes, 1 de septiembre de 2020

La nueva normalidad


    Vengo releyendo la saga de Frank Bascome, el personaje de Richard Ford que primero fue escritor, luego periodista deportivo, después agente inmobiliario, más adelante no sé qué porque ese libro me lo salté, y finalmente, ya jubilado de todos sus oficios, tuvo la fortuna de mudarse de la costa de Nueva Jersey antes de que ésta fuese arrasada por el huracán Sandy. Uno de sus planteos es que existe una “Nueva Normalidad” y, como parte de esa mudanza de los tiempos, comenta:

“Desde octubre ha habido una cháchara casi ininterrumpida sobre el huracán (…) El presidente Obama (…) recibe una buena tunda. Un segmento bastante grande de la población de Haddam (republicana por tradición y en los últimos tiempos neciamente partidaria del Tea-Party) cree que el presidente o bien “provocó” personalmente Sandy, o bien como mínimo, lo dirigió desde su “búnker” subterráneo de Oahu, para conducirlo hasta la costa de Jersey, donde había muchos italoamericanos de derechas (en realidad no los hay) absolutamente decididos a votar por Romney, sólo que sus casas volaron por los aires y ya no pudieron presentar el certificado de residencia. El municipio de Haddam, cabe observar, apenas sufrió un rasguño en la tormenta, aunque eso no impide que la gente manifieste opiniones rotundas”.

Aunque Obama no sea santo de nuestra devoción, no puede dejar de advertirse la incongruencia de los planteos de la derecha, que son tomados y sostenidos como “opiniones rotundas” aún por aquellos que no fueron damnificados por un huracán que, como en las pelis clase B, Barack habría “provocado”. Pero, además, aquí se retrata muy bien ese menjunje de prejuicios, ideas disparatadas y, en especial, subjetividades colonizadas hasta el atenazamiento por los medios.

Publicado en 2014, “La Nueva Normalidad” de la que habla el personaje de Ford vendría a ser la “antigua normalidad” de la que tanto se habla hoy. Visto en perspectiva, este fragmento explica que en estos días un adolescente armado –presunto miembro de una “guardia blanca”- haya asesinado a dos jóvenes manifestantes durante las protestas antirracistas en una ciudad de Wisconsin. Es el desenlace natural de la progresión exponencial de los discursos del odio.

No debería asombrarnos porque todos conocemos cómo funciona el credo liberal, en cualquiera de sus variantes. Si, por ejemplo, un programa económico diseñado y ejecutado por ellos no genera empleo ni riqueza, ni soluciona ninguno de los problemas de una comunidad, es porque en realidad debió irse más al hueso, las medidas debieron ser más enérgicas y los ajustes más drásticos. Siempre faltó enjundia, pero nunca, en ningún caso, se trata de que el liberalismo es un fiasco.

Y como el modelo es global, las consecuencias se replican al interior de sociedades diversas. Aquí, durante la antigua normalidad, se instaló que era legítimo rasgarse las vestiduras porque el gobierno “impedía” que una tienda de café importara sus vasitos. Ahora, en la nueva normalidad, esa misma tienda recibe cantidades inusitadas de clientes dispuestos a inmolarse mientras saborean “el último café”. Lejos de cualquier pasmo, debemos advertir que la antigua y la mueva normalidad tienen más líneas de continuidad que de ruptura. Y si queremos cambiar algo, deberemos aprender de ellos e ir más a fondo.

 Por Carlos Semorile.

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