miércoles, 2 de septiembre de 2020

Incitación al descalabro

    Hace cinco meses decíamos que “En el muy complejo “escenario” en el que nos estamos “moviendo”, no deja de reiterarse la pregunta por el porvenir que es, al mismo tiempo, una interrogación sobre las formas que adoptará la vida comunitaria. La interpelación en sí misma es ya un modo urgido de la esperanza mientras resulta casi intolerable constatar que “el mundo está fuera de quicio”, como dijera el príncipe Hamlet bajo otras circunstancias”.

Señalábamos que, pese a las diferencias con la obra de Shakespeare, “también hay más semejanzas que las que parecen a simple vista: ¿qué es sino veneno lo que los medios concentrados del mundo están vertiendo en nuestros oídos?”. Dicho vertedero de falsías es una peste anterior a la del covid, y decíamos que su grado de circulación, verosimilitud y ponzoña “está determinando inclusive la posibilidad que millones de seres tienen de sobrevivir la actual coyuntura”.

Al escribir aquella crónica, tomamos el perverso ejemplo de Bolsonaro (aunque también dijimos que “desde luego, hay otros”) para graficar nuestra tesis: “si en la tragedia “Hamlet” un rey (representante de todo el cuerpo social) era envenenado mientras dormía, aquí al lado tenemos a un jefe de estado que pretende adormecer a su pueblo para que el virus haga su trabajo”. Cinco meses más tarde, ya no precisamos viajar al Brasil. Con ir al café Los Galgos, en Callao y Lavalle, alcanza. 

Esta foto de campaña apela al célebre copete del diario Clarín -“Total normalidad”- cuando anunció el golpe del ´76. Y, al igual que en aquella oportunidad, la corporación mediática se encarga de silenciar todas las evidencias de que estamos al borde del descalabro. Como advertimos en su momento, “No olvidemos que en la palabra “virus” se agazapa un plan de extermino”. Si lo reiteramos con la misma urgencia de entonces es porque entendemos que nos están empujando a un abismo.

Bajo el “inocente” señuelo de dos amigos compartiendo “un feca”, se apuesta al colapso del resto de defensas que queden en cada individuo que, de por sí, ya se halla sometido a un bombardeo inmisericorde y narcotizante que lo impele a desdeñar las peligros para pasar a ser parte de las espantosas estadísticas de cada día. Como dice uno de los “desbarbijados” conversantes que ayer dibujó Tute: “A mí, las propias conclusiones me las sacan otros”.

Este “consumidor” ni siquiera sabe que ha renunciado a ser ciudadano, ni que esos “otros” tienen nombre y apellido -y oscuros “bisnes” en común-, y que ya han sacado la cuenta de lo que ganarían si logran que todo estalle. De allí deviene la perversidad de esta imagen, de allí su pestilencia y su inmundo mensaje. Y es por ello que repetimos que “se trata de nuestras vidas, y de lo que seamos capaces de decir y pensar para que el futuro tenga el rostro de nuestros anhelos”. No lo olvide: la “normalidad” del poder real está llena de cadáveres insepultos.

Por Carlos Semorile.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario