Nomás asumieron y ya cerraron, a palos y golpes, el
Centro de Artes Batalla Cultural de Vicente López. Ha comenzado “la restauración
infracultural”, que no es otra cosa que el retorno a la barbarie neoliberal en
el terreno económico/material y también en el terreno simbólico/espiritual. Esta
barbarie infracultural tiene un fuerte olor a revanchismo y un odio exacerbado
hacia las expresiones de la cultura popular, pero en su núcleo duro busca
desactivar la organización y la militancia para que las mayorías no podamos
construir alternativas de poder. Como leí por ahí, quieren que vuelva cada uno
a su lugar: Susana y Mirtha a las tapas, D´Elía y Milagro Sala a los piquetes, los
gerentes al gobierno, los negros al conurbano y los pibes a mirar Disney
Channel. El país liberal se ordena como una sucesión de ghettos, y nadie puede
salir impunemente del lugar que los poderosos le han asignado.
Pero esta no es la canción de Serrat, donde “cada uno
es cada cual”, y cuando el sol señala que llegó el final “vuelve el pobre a su
pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”. Acá algo se
“desacomodó” profundamente, y hemos pasado muchas jornadas desplazados del
lugar que nos tenían asignados. Y ese deambular por lugares inéditos, e
inesperados, es una de las formas más genuinas de la política entendida como el
encuentro con otros que también comprendieron que nuestra “calle se vistió de
fiesta”. Y es a las calles –como en el final de la campaña- a donde debemos
volver cuanto antes para evitar que nuestros compatriotas acepten mansamente
regresar al lugar en el que los macrianos los quieren ubicar despiadadamente.
Aprovechando la energía aún latente de la marcha del día 9, hay que recuperar
el sentido de la iniciativa y seguir ocupando el corazón de la ciudad.
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