Las
compañeras y compañeros que tienen un fino sentido de la ironía se preguntan
por qué no aparecen las cacerolas a reclamar por cortes de luz, alza en los
precios, decretazos, vacaciones en medio de la tragedia, atropellos a la ley,
fugas de narcos, censura, despidos masivos, etcétera. Uno tiene el derecho de hacer y
hacerse esta pregunta y otras colaterales: ¿no protestan por amor a Macri, para
no quebrar el hechizo, para no admitir que la cagaron?
Puede
haber un poco de todo éso, pero lo que no tienen, lo que en verdad les falta es
el combustible de odio que a mansalva les daban los medios como desayuno,
almuerzo, merienda y cena. No existía el mal llamado “cepo” ni éramos una
montonera de exaltados corrompiendo las entrañas de la República, sino que
“doce años de propaganda tenaz tienen mas fuerza de convicción que todo el
sistema filosófico. Veinticuatro horas diarias de literatura periodística
terminan por derrotar el sentido común hasta el extremo de que uno tome las
metáforas al pie de la letra”.
Quienes
habiendo sido engañados se empeñen en mantenerse como “monotributistas de la
sordera” seguirán a merced del relato de los medios, y a quienes se animen a
abandonar la colmena, los espera un puesto de lucha en esto que cada día se
parece más al Diario del año de la Peste. Y ese olor nauseabundo que usted
percibe, es que nos están embadurnando con mierda.
Por Carlos Semorile.
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