Dicen que para Borges “el escritor es su biblioteca:
allí reside la tradición, el universo”. Desde su mismo cargo, Horacio González entendió
que la Biblioteca Nacional podía ser mucho más que eso, y cobijar los debates de
una época, la historia político-intelectual del país argentino, y propiciar todos
los cruces posibles entre el ágora y los libros. Y mientras ordenaba un bíblico
caos administrativo y gremial, escribió páginas preñadas con su lúcida y crítica
conciencia emancipatoria. Por todo ello, el legado del querido profe González ya
es parte de estos “raros tiempos de felicidad en los que fue posible decir lo que
pensábamos y hacer lo que debíamos”. Muchas gracias, Horacio!!!
Por Carlos Semorile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario