miércoles, 7 de octubre de 2015

"Más que amor es un sufrir"



Es el título de una muy buena serie sobre la telenovela latinoamericana, una iniciativa de la Televisión Digital Abierta en coproducción con otros países de la región. Para quienes amamos el género, es una maravillosa oportunidad para ver y oír a los propios hacedores –actrices, guionistas, directores, productores- y también a estudiosos y teóricos del asunto que brindan sus impresiones sobre este formato tan latinoamericano en su forma y en su fondo. Las miradas son diversas y cada quien aporta su enfoque sobre el crecimiento de la industria, las réplicas de las novelas exitosas –aún en países que no hablan ni español ni portugués-, los diferentes modos de decir que tenemos en cada país y cómo sin embargo nos comprendemos, los grandes títulos que hicieron historia, los cambios en el modo de narrar y los desafíos que atraviesa el género. Pero, sin dudas, lo mejor son los testimonios de los televidentes.

Registradas en las más diversas geografías, las amas de casa, las empleadas, las jóvenes y las mayores, cuentan sus novelas favoritas, y lo mismo hacen trabajadores y jubilados, adultos y muchachos que recuerdan bien sus tiras más queridas. Y lo maravilloso es que no solamente citan lo medular de cada telenovela, sino que además reflexionan sobre el formato y sus implicancias sociológicas, sobre los avances que ha experimentado sobre todo en las últimas décadas, y acerca de a quiénes representan los personajes y sus situaciones. En este sentido, sus voces no están a la zaga de quienes elaboran estos productos: muy por el contrario, muestran una extraordinaria comunión a uno y otro de la pantalla. Algo muy similar puede decirse de los testimonios de actrices y actores que por algo dieron vida a personajes que, en tramos importantes de sus vidas, han sido algo así como su segunda piel.

Si mal no recuerdo, García Márquez abogaba por una revalorización de la telenovela, tantas veces menospreciada como un género menor destinado a un público también inferior, sin capacidad de análisis ni raciocinio, propicio a las más burdas manipulaciones sensibleras. Y lo decía nada menos que Gabo, quien manifestaba que se hubiese tenido por mucho mejor escritor si hubiera sido capaz de contar una historia como la de Pedro Navaja o la de alguno de esos dramones bíblicos, redonditos de tan acabados y sin fisuras. Y por ahí va la cosa nos parece: por ese arte de saber contar historias desmesuradas que dejan al espectador a la espera de esas vueltas que, en el breve lapso de un capítulo, hace que entren todas las esperanzas y todos los amores del mundo.

Por Carlos Semorile.

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