jueves, 29 de octubre de 2015

Tabicados



Durante el Genocidio, a los detenidos-desaparecidos se los mantenía “tabicados” como una forma de impedir cualquier tipo de solidaridad, por mínima que fuera, entre los compañeros de infortunios. Como señala Pilar Calveiro, en el resto de la sociedad civil se repetía lo mismo que sucedía en los campos concentracionarios: “Así como los cuerpos de los secuestrados permanecían en la oscuridad, el silencio y la inmovilidad, en cuchetas separadas unas de otras, así se pretendía a la sociedad, fraccionada, inmóvil, silenciosa y obediente; una sociedad que se pudiera ignorar y ordenar en compartimentos estancos (…) Unos hombres pasivos, una sociedad pasiva e inerte”. De este modo, se buscó hacer trizas lazos solidarios y de identidad que eran el mejor legado de un par de generaciones que se habían movilizado fuertemente por la justicia social, la inclusión y la igualdad. Y por el desarrollo.

Los que de un modo u otro vivimos bajo aquel terror, sabemos de qué distintos modos el miedo se hizo carne y piel, y cuán difícil fue salir del “silencio y la inmovilidad”. La obediencia era un reflejo, una cuestión casi muscular, pero así y todo volvimos a llenar las plazas y las avenidas para reclamar libertad, paz, pan y trabajo. Tras una breve primavera de conquistas, las promesas se desvanecieron y comenzó un largo ciclo donde la democracia estuvo tutelada por la subordinación al capital financiero: persianas bajas, fábricas cerradas, desocupación, exclusión, hambre y miseria. Puertas adentro de cada hogar, “cada necesidad era un drama angustioso”. “Cuando las masas pierden su ilusión del derecho y la justicia, y se sienten constreñidas por el sufrimiento, entonces esa masa queda inevitablemente librada a esos estados mórbidos, propicios a la anarquía, primero, y, más tarde, a la disolución y la ruina”.  

 Eso fue el 2001. Los cuerpos reaccionaron con un espasmo de violencia contenida, y el tejido social estuvo a punto de estallar, llevando a la Argentina misma al borde de la disolución. Desde el 2003 a la fecha, se pudo recomponer esta larga tendencia hacia la fragmentación y la inercia. Hubo trabajo, educación, salud, crecimiento, bienestar, inclusión, desendeudamiento, ciencia, desarrollo, integración, memoria, verdad y justicia, reparación del tejido social, y la recuperación de la dignidad y de la iniciativa perdidas durante la larga noche neoliberal. Todo esto se llevó adelante confrontando con quienes toda la vida se negaron a reconocer estos derechos a las grandes mayorías argentinas y, pese a la virulencia de los grupos mediáticos y de ciertos sectores políticos, se hizo en paz y en libertad. Con las calles llenas de jóvenes, de mujeres, de familias trabajadoras y de clase media, levantando una bandera de esperanza.

Y vos podés no estar de acuerdo con el estilo, o con algunos aspectos puntuales de este proceso, pero lo que no deberías permitir es que nadie te tabique nuevamente la mirada y te haga perder de vista el conjunto, la totalidad de esta película. Hoy los medios cumplen el rol que antes cumplieron los milicos, y te tabican para que unos crean que el problema es la corrupción, otros piensen que es el impuesto a las ganancias, o el paco o el medio ambiente. Y así de seguido, con tal de venderte un candidato que reciba una sociedad previamente “fraccionada, inmóvil, silenciosa y obediente”. Una comunidad dividida en “compartimentos estancos” que olvide que en la cucheta de al lado hay un compatriota que vive sus mismos infortunios y alegrías. “Una sociedad pasiva e inerte” que tenga la guardia baja y que no atine a reaccionar cuando Macri venga a convertir en polvo todo lo que tanto nos costó conseguir.

Por Carlos Semorile.

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