Anoche se realizó un emotivo homenaje a Carlos Olmedo
en la Biblioteca Nacional, y creo no equivocarme si digo que todos nos quedamos
con ganas de conocer mejor a este hombre brillante que dejó una huella
indeleble en quienes fueron sus amigos, sus compañeros, su familia y aún en
quienes alguna vez lo trataron. Se habló de la fascinación que ejercía con su
forma de hablar en la que no había una palabra de más ni de menos, de su halo
misterioso que no impedía reconocer en él a un profesor con una preparación
formidable, el que pensaba que hasta un simple volante estudiantil debía estar
bien escrito. Se repasaron los pocos datos conocidos de sus primeros años, y se
hicieron extensos comentarios sobre su biografía intelectual y como
combatiente. Se rememoró su célebre entrevista con Paco Urondo, y aquellas
definiciones suyas que todavía hoy merecen ser mejor leídas y comprendidas.
Un compañero recordó que una noche Olmedo lavaba los
platos y, mientras bajaba línea, le decía: “¿Sabés que pasa, Negrito? La
realidad es desprolija”. Y cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba
tecleando, y temprano por la mañana ya estaba tecleando ideas para pensar esa
realidad desprolija. También se leyó un precioso poema suyo, se vio un adelanto
del documental que prepara su sobrino y, sobre el final se cantó “El Combate de
Ferreyra”. Pero acaso lo más conmovedor haya sido la presencia de los delegados
de Sitrac-Sitram, que se vinieron desde Córdoba a rendirle homenaje al
“Comandante Olmedo” y que, emocionados y con pudor, le pidieron perdón por
haber demorado tantos años en hacerlo. No hubo tiempo para más, y entonces
quedaron pendientes otras voces que pudieran dar testimonio de sus vínculos con
Carlos Olmedo y por qué todos ellos lo llevan con amor en sus corazones.
Por Carlos Semorile.
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