miércoles, 13 de diciembre de 2023

El frágil tiempo presente

Sobre el cierre de su extraordinario documental “Nostalgia de la luz”, su director Patricio Guzmán dice: “Quienes tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente. Los que no la tienen, no viven en ninguna parte”.


A partir de esta frase que es casi una sentencia, podemos preguntarnos cómo transitarán el presente y el -una vez más- incierto porvenir aquellos que desoyeron todas las advertencias y que con su voto contribuyeron a fragilizar muchísimo más el territorio que todos habitamos. Nadie sostiene que estábamos en el mejor de los mundos; antes bien, los que votamos por el candidato de UxP lo hicimos dolidos por las graves falencias del gobierno saliente, pero sabiendo que era necesario garantizar los derechos básicos.

 

No sólo creímos que ese piso mínimo debía mantenerse -y ampliarse mucho más con una rebeldía política que siempre le reclamamos a “Nuestro Frondizi”-, sino que por todos los medios a nuestro alcance buscamos ser escuchados por aquellos compatriotas que estaban a punto de sacrificar lo poco que tienen en pos de una quimera que sólo 48 hs después de la jura ya demostró ser una farsa: no vas a ganar en dólares, sino que todo te va a costar mucho más y tu dinero engrosará los bolsillos de los dueños del país.

 

A ninguno de aquellos que iban a votar al candidato opositor se le pedía una proeza teórica que estuviese fuera de alcance de cualquier mortal no entendido en los vericuetos de la ciencia económica: a los mayores, se les pidió recordar la semejanza que el plan “dolartario” tenía con la etapa menemista y su secuela que nos llevó a las jornadas de 2001, y a los más jóvenes tampoco se les exigió que conocieran al dedillo los meandros de la historia argentina: bastaba recordar a Macri y sacar las obvias conclusiones.

 

Aún así, en el mal llamado voto “libertario” se mixturaron todas las edades, todas las profesiones, todos los oficios y, como argamasa y levadura, todos los rencores que conviven en cualquier sociedad de consumo.   

 

Llegados a este punto, una posibilidad a considerar es la que Víctor Hugo Morales planteó en “Mentime que me gusta”: “No es poca la pena del hombre en su cotidianeidad. El odio es una descarga. Hay alguien que le hace añicos la vida, no es la vida misma la que le da contra. Tiene un culpable que explica el fracaso. Así como la música va sembrando una vida dentro del cuerpo, quienes arrojan mentiras sobre el corazón del incauto, le pudren el alma. Le envenenan la sangre, como el humo del tabaco. ¿Cuánto se tarda en hacer la diálisis que permite a la sangre nueva correr por las venas?”.

 

La otra es la que Silvia Bleichmar postuló en “No me hubiera gustado morir en los 90”, cuando tomaba la fábula de Caperucita Roja como ejemplo de quien niega todas las evidencias hasta que “ya es tarde, ya está en las fauces y en la barriga del lobo, hasta que alguien venga a liberarla, porque no sólo ha quedado atrapada sino que ha cedido las pocas fuerzas que tenía para evitar su captura o destruir a su captor”. Tras los anuncios de ayer, no es exagerado decir que éste cuadro habla de los rehenes de sus “olvidos”.

 

Por ello, Bleichmar decía que “La ingenuidad no es una virtud, y si se la presenta como tal es porque en ella se sostiene el beneficio de quienes se aprovechan del que la padece, ya que se caracteriza por un ejercicio de la creencia sin empleo de juicio crítico para separar lo verdadero de lo falso (...) La ingenuidad, francamente, me produce rechazo. De ingenuos está llena la complicidad de “los inocentes” con el Terrorismo de Estado, con los ladrones de bienes públicos, con los golpeadores familiares, con la injusticia en general (...) La ingenuidad política es, también, des-responsabilidad”.

 

Al margen de otras lecturas, todo análisis debe pivotar entre las mentiras que los medios arrojan “sobre el corazón del incauto”, y también sobre la pretendida ingenuidad de quienes anularon su “juicio crítico para separar lo verdadero de lo falso”. Si los incautos no pelean por recuperar la memoria, seguirán sin vivir en ninguna parte y los aplastará el fragilizado presente.  

 

Por Carlos Semorile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario