viernes, 22 de diciembre de 2023

La dificultad del relato de los derechos


 

Ayer Sturzenegger se burló de esa parte del pueblo que salió a las calles a repudiar el DNU que deroga muchísimos derechos porque, según él, nadie pudo haber leído tan rápido ese texto y tener motivos para rechazarlo.

 

Más allá de la mojada de oreja, lo cierto es que el tema de los derechos y de cómo se los entiende -o no se los comprende como tales- merece un abordaje como el que Rinesi hizo en “Democracia, las ideas de una época”:

 

“¿Qué dice, entonces, el o la que dice “Yo tengo derecho a…”? (…) la primera, es que de hecho no tiene ese derecho que afirma tener. Esto es fundamental, porque es el motivo por el que, como veremos, la derecha, que tiene sobre el mundo un tipo de mirada que vamos a llamar constatativa, simplemente no puede ver que haya un derecho allí donde, de hecho, no lo hay, no puede entender qué quiere decir una frase tan disparatada como la que pronuncia alguien que dice tener un derecho que, de hecho, no tiene (…) La otra cosa que dice la frase “Yo tengo derecho a…”, inmediatamente después de la que ya dijimos, que es que, de hecho, yo no tengo derecho a…, es que eso, que yo no tenga ese derecho, está mal. Que no puede ser. Que es un escándalo. Que “no hay derecho” (…) a que yo no tenga ese derecho. La idea de derecho es inseparable de esta sensación de escándalo frente al desajuste de las cosas en el mundo, y es justo la incapacidad para experimentar esa sensación, para imaginar que el mundo puede ser distinto de lo que de hecho es, lo que le hace imposible a la derecha entender siquiera de qué se habla cuando se habla de derechos. Por eso no hablan sobre eso. Por eso no dicen, no escriben, ni por casualidad, esa palabra, “derechos”, que no les hace el más mínimo sentido. Dicen y escriben “beneficio”, dicen y escriben “ayuda”: no es que tengan problema con los unos ni con las otras. Ni siquiera con que sean, si las circunstancias lo reclaman, grandes. Siempre que sean ayudas, beneficios. Porque de las ayudas y de los beneficios somos objetos. De los derechos no: de los derechos somos sujetos, y con esa idea la derecha no quiere saber nada”.

 

En principio, entonces, estamos yendo un poco hacia atrás, hacia el momento en que ese derecho que tengo aún no ha sido reconocido, pero donde ya existe la disputa entre reclamarlo como tal o negarlo de plano.

 

Como el trabajo de Rinesi se ocupa de hacer un recorrido por estos 40 años de democracia, va historizando sus etapas y, al llegar a la década kirchnerista, continúa y profundiza este asunto crucial de los derechos:

 

“El relato de los derechos, en efecto, es eso: un relato, y es un relato difícil, es un relato exigente, es un relato contrafáctico que exige mucho de aquel a quien se dirige (…) ¿Y el relato de la soberanía frente a unos fondos a los que el kirchnerismo llamó “buitres” y que nadie vio jamás, y el relato de la soberanía energética y comunicacional y satelital, que nadie sabía que eran formas de la soberanía hasta que el kirchnerismo construyó con ellas un discurso y una épica? Querríamos explicarnos: querríamos que se entendiera que lo que tratamos de decir es que esos relatos son grandes y muy importantes relatos, que ya forman parte de la mejor tradición política argentina, querríamos decir que esos discursos son grandes discursos y que esa épica es enteramente compartible y digna de ser acompañada. Pero querríamos decir también que todo eso, que todos esos discursos, que todas esas palabras, importantes, justas, compartibles y dignas de ser acompañadas, eran también muy difíciles. Muy exigentes. Para nada obvias. Y que frente a esas palabras difíciles, exigentes y para nada obvias se levantó en una confrontación en la que tenía todo para salir airoso un discurso mucho más fácil, que era y sigue siendo un discurso que no nos pide que creamos que las cosas son “de derecho” algo distinto a lo que son “de hecho”, que no nos propone que la verdad de lo que decimos esté adelante o detrás de lo que decimos, que no nos invita a desarmar el sentido común con el cual y desde el cual pensamos el mundo, porque se instala en el corazón de ese sentido común y describe el mundo del modo más sencillo y más banal, que por lo mismo no nos exige oír ni entender ni usar palabras difíciles, porque habla como habla (y se jacta de hablar como habla) “el hombre común”, “el hombre de la calle”: “vos”. Y dice cosas como “va a estar bueno”, y dice que tal o cual cosa es “mortal”, y dice cosas cortas, frases cortas, como las que se dicen en la televisión (…) El discurso de lo que algunos han llamado la “nueva derecha” argentina es un discurso de frases cortas y de pocas exigencias, y algo de eso está sin duda en la base de su éxito. Es un discurso fácil pero es sobre todo un discurso descriptivo, descriptivo de lo que ocurre, descriptivo del presente. De cómo son las cosas, no de cómo deberían ser, porque las cosas, para la derecha, no deberían ser de otro modo que el modo en el que son, en el que hoy son, y por lo tanto en el que necesariamente son”.

 

Precisamente aquí es donde Sturzenegger busca que su chicotazo prenda: en el sentido común de quienes asumieron ese discurso fácil y descriptivo. Pero si algo demuestran las masivas movilizaciones de anoche y antenoche, es que una gran parte del pueblo fue interpelada por el exigente relato de las conquistas. Y sabe que no hay derecho a que los canallas se los roben.  

 

Por Carlos Semorile.

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