domingo, 24 de abril de 2016

“La estrella que guía”



Todo un cuatrimestre escuchando televisadas huevadas. Ciento veinte días en los que sólo hablaron ellos y otros como ellos. Cuatro meses de mentiras, adulteraciones y falsías. Salvo honrosas excepciones, los que tuvieron la palabra avalaron la fábula macriana sobre la necesidad de “hacer cirugía mayor sin anestesia” para salvar al moribundo.  En la tele, hicieron algunos “mohínes opositores” pero terminaron haciendo la apología del retorno al pasado.

Y todo hubiese seguido así de previsible, monótono y tedioso, de no ser por el retorno de Cristina y sus palabras grávidas de verdades. Verdades que corrigen los desviados ejes de todos los falsos debates, para que vuelva a discutirse la agenda del pueblo y no la del “gabinete offshore”. Una plataforma de derechos y no una de resignaciones, de garantías y no de intimidaciones, de libertad y no miedo. La dignidad de la palabra empeñada, no su degradación.  

La tele –espejo deformado y deformante, pero espejo al fin- comienza a dar cuenta de esta novedad y, donde antes había “armonía a cascotazos” (o arrodillamientos vergonzosos y vergonzantes), vuelven a escucharse planteos y cuestionamientos. Sí!, hasta vuelven a escucharse gritos donde antes se enseñoreaba la medianía del pálido consenso. Estaban muertos, muchachos!, estaban como “falleciditos” y les volvió el color a la cara, y las ideas al marulo.

Y hay que ver ahora a los espadachines del “Cambio” (acostumbrados al disciplinamiento discursivo), quejándose como barbies de que “así no se puede debatir”. Los “santos patronos de la tolerancia” echando pestes a diestra y siniestra, enfurecidos ante contendientes livianos que apenas si les señalan los hechos o directamente inquisidores cuando se enfrentan con kirchneristas. La famosa “grieta” siempre fue un mal nombre para hablar de la lucha de clases.

Pero todo esto, insisto, no habría ocurrido si Cristina no llegaba con su palabra, su voluntad y sus ideas. “En estos días”, como dijera el poeta, “los mares se han torcido con no poco dolor hacia sus costas”. La quieren presa pero vive en el corazón de los humildes. Ella es nuestra “estrella que guía”.

Por Carlos Semorile.

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