sábado, 24 de enero de 2015

Escarabajocefalia



Ay, Pepe! Justo tú hablando de “ponerse las pilas”. ¿Con qué necesidad, vo´? ¿Son tan distintos los códigos de la militancia “al otro lado del río”? ¿Tanto peluquero ´e rancho para terminar diciendo huevadas? Al final, tenía razón Galeano: “Si el pelo fuera importante, estaría dentro de la cabeza, y no afuera”. Hacenos un favor, Pepe: dejá de querernos tanto. Porque el tuyo, como el de la Conferencia Episcopal, es un cariño malsano. Es evidente que las ojotas y el escarabajo son un modo de plantarse frente al consumismo desenfrenado. Una manera legítima pero extrema. El problema con esa “iconografía Mujica” es que -al igual que el consignismo vacío del trotskista o del progre liberal- obtura la posibilidad de pensar los problemas reales de naciones como Brasil, Venezuela o la Argentina, que necesitan y deben salir del “primitivismo agropecuario” por la vía de la industrialización, la sustitución de importaciones y el pleno empleo.

Además, hay un tema cultural nada desdeñable. De este lado del charco, como plantea Daniel Santoro, “el problema del peronismo no es la lucha de clases, es la democratización del goce. Para el capitalismo es un problema mucho más grave este que la dictadura del proletariado de cualquier partido trotskista. Es que el problema se le hace más grave porque es un uso contranatura porque el capitalismo no está pensado para el goce democrático. Forzar el goce democrático es una de las afrentas más grandes que se pueda hacer al sistema capitalista en su conjunto. Es una bomba de profundidad en su núcleo, porque no se está renunciando al goce. El deseo capitalista se lo lleva al paroxismo de esta manera. Entonces ahí habría que pensar: por qué el revulsivo que provoca el peronismo”. Esta es, entonces, la gran encrucijada. Y Pepe Mujica no es un problema argentino. La escarabajocefalia sí lo es.

Por Carlos Semorile.

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