domingo, 16 de noviembre de 2014

El cardumen preverbal



Hace tiempo que con los compañeros Teresa Perrone y Jorge Ruiz de Larrea venimos chacoteando con el nombre que mejor le cabría a la orfandad discursiva de “la Opo”, y a todos y cada uno de los indigentes lexicales que tienen como dirigentes. Tamaña indigencia pone de manifiesto una carestía del lenguaje que, lo quieran ellos o no, deja al desnudo una alarmante falta de ideas en uno de los momentos más álgidos del debate de la palabra pública argentina. Dicho de otro modo: no son sólo sus correligionarios los que pierden ante semejante ausencia del pensamiento y su articulación con las variables de la realidad nacional, sino que perdemos todos al no haber interlocutores con quienes discutir los temas que hacen al desenvolvimiento de la Nación. Desertan de dar quórum en el Congreso, y corren en grupete a que los regañen en los estudios de tevé. Siendo muy piadosos, parecen mascotas de diseño.

Pero si uno mira los carteles del último ágape cacerolo (esa mixtura extraña entre vernissage paqueta, y nostalgiosa reunión de admiradores del genocidio), se le agota la paciencia y se le estruja la piedad. Vociferantes, exasperados, violentos de palabra y acto, pero incapaces de generar una frase coherente, una oración sugestiva, un discurso democrático, atractivo y convocante. No es casual esa pancarta que tenía una acusación lapidaria: “Oposición de mierda”. Ese cartel, queridos míos, es un espejo que refleja las dos caras de una misma miseria: faltan ideas en la cúspide, y a la base digamos que tampoco le sobran. Es debido a ello que nuestros intelectuales y pensadores andan rescatando a Sarmiento, a Martínez Estrada y tantos otros, porque no se puede debatir en serio con panelistas, ex divas y cagatintas. Un país con la tradición cultural de la Argentina se merece algo mucho mejor que este penoso cardumen preverbal.

Por Carlos Semorile.

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