viernes, 26 de septiembre de 2014

Cristina y la Cuestión Nacional



Cristina diserta en la ONU, y deja a más de medio mundo desnorteado y sin capacidad de elaborar una respuesta que medianamente esté a la altura de los desafíos que ella planteara tanto en la Asamblea como en el Consejo de Seguridad. En vez de ningunearla a tabla rasa, como hace la canalla mediática, o de apresurarnos a festejarla sin más -como estamos tentados a hacer-, nos parece mejor preguntarnos por qué la palabra de la Presidenta logra semejante repercusión y trasciende del modo en que lo hace. Modestamente, creemos que esto sucede porque el discurso de Cristina no es apto ni para el liberalismo financiero de la derecha (que todavía está digiriendo la caracterización de “terroristas económicos”), ni para el liberalismo cultural de la izquierda que aún está esperando que la Presidenta diga “imperialismo” para medir en sangre su grado de pureza internacionalista.

Pero resulta que por las venas de Cristina corre la Cuestión Nacional, y toda su elaboración discursiva -puertas adentro de la Patria- hace hincapié en la necesidad de cohesionar las distintas fuerzas y factores del quehacer argentino para así tener la chance de erigir y sostener una Nación “con el pueblo adentro”. Y cuando la Presidenta lleva la Cuestión Nacional a los ámbitos de debate internacional y dice, por ejemplo, que los pueblos se hallan jaqueados por fantasmales legiones del terror que desmiembran los países y desarticulan las naciones, entonces hace trizas el “sentido común” del palabrerío liberal. Porque el famoso sentido común tiene una base material que alcanza su elaboración teórica con el liberalismo económico de la derecha, y tiene una superestructura ideal gobernada por el liberalismo progresista de izquierda que maneja nociones abstractas pero carece de raíces culturales profundas.

Estamos tentados de decir que “el mundo es como es” porque se halla en la “encerrona trágica de la civilización”, donde el liberalismo oligárquico impone las reglas del orden económico de la realidad, y donde el liberalismo cultural de izquierda impone una simbolización que sirve apenas para consumo de las “almas bellas” pero que no cuestiona el hecho –mil veces constatado- de que “una forma de civilización puede derrumbarse, y se derrumba. Pero la cultura, no. A la larga, el hombre siente la necesidad de buscarse en lo nacional, en sus cantares y en sus coplas”. Y es esta Cuestión Nacional la que Cristina, como peronista, lleva como parte de su ADN cultural y le permite erguirse ante los líderes del mundo para decirles, cara a cara, que su civilización está al borde del colapso porque viven pisoteando las culturas de los pueblos y su derecho a tener, sobre su propio suelo, una Patria Justa, Libre y Soberana.

Por Carlos Semorile.

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