miércoles, 4 de junio de 2014

Jimmy, un muchacho peronista

Muy de vez en cuando, Moni se permite evocar a sus compañeros de “la 23”, los pibes de la JP que militaron junto a ella “la fe en la nueva primavera”. A la mayoría le llevaba algunos años, los suficientes como para ser su jefa, además de su compañera. Si se escuchaban bien sus relatos, además de compañera/jefa, muchas veces Moni fue una madre. Y con cariño de madre compañera los recuerda a todos ellos.

Días pasados nos pusimos a comentar la fiesta del 25 de Mayo, y en particular la participación de Horacio Fontova. Fue entonces que Moni me contó un reportaje en el cual el Negro se pintaba a sí mismo como un hippie de los ´70, un tipo de la bohemia y de las artes que, recién ahora y por primera vez, adhería plenamente a un gobierno. “Vengo bancando este proyecto” dijo el General Fontova haciendo uso del cantito popular. Moni pensó entonces en el flaco Jimmy, un compañero de “la 23” que era las dos cosas, hippie y militante. Demás está decir que en aquellos años, y más allá de los muchos puntos de contacto, se trataba de mundos difícilmente conciliables, y por razones obvias: en uno sobraba disciplina, y en el otro faltaba encuadramiento.

Pero Jimmy lo lograba, al menos mientras no fueran a romperle las pelotas con órdenes absurdas. Él amaba a Pappo y a la vez su casa esta disponible para las reuniones de la militancia, reuniones en las que ofrecía té en vez del clásico café. Eso sí: no comulgaba para nada con las bajadas de línea moralistas, como cuando criticaban a un cumpa por salir con una compañera que había sido “la ex de”, o que también estaba “solicitada por”. Jimmy no podía tolerar esos juicios, tan luego él que pensaba que Marx se había equivocado y que las famosas categorías de clase dejaban por fuera la contradicción principal: el mundo se dividía, sencilla pero crudamente, entre los lindos y los feos. Si estabas del lado de los lindos, la vida te sonreía, pero si caías del lado de los feos te esperaban un montón de sinsabores. Así nomás, sin tutía.

 Y no es que Jimmy fuese feo, ni mucho menos. Era unos años mayor que los más pibes del grupo, un flaco medio rubión, no de los más altos, pero tampoco bajo, que tenía su inteligencia y su encanto. “Pero andá a saber -dice Moni-, tal vez pensaba que otros ligaban más que él, o que no tenían que remarla tanto y que, si bien pescaba lo suyo, tal vez no enganchaba a las más cotizadas”. Todo esto, Moni lo sospecha, lo piensa ahora a cuarenta años de distancia y con la misma simpatía que siempre tuvo por Jimmy, por su hippismo, por su libertad, y por su teoría de la belleza como gran divisoria de aguas existencial.

Tras el desbande de la gran tragedia, Moni no volvió a tener noticias de Jimmy. En esta sobremesa de recuerdos, me parece ver a Jimmy sonriéndole a Moni desde algún lugar y pensando: “Negra querida, vos eras como yo: encuadrada pero libre, ejercías la jefatura sin prejuicios, y tampoco te bancabas las órdenes pelotudas”. Y en este no saber qué fue de Jimmy, quisiera pensar que tal vez esa autonomía suya lo ayudó a zafar. Y que el 25 estuvo en la Plaza, y que a la distancia se abrazó a Fontova cuando el Negro entró a hacer la “V” y a gritar “muchacho peronista”. Ojalá, digo, Jimmy haya sido otro muchacho hippie y peronista de esos que fueron a la Plaza.

Por Carlos Semorile.

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