jueves, 24 de octubre de 2013

Ídolos de barro



En las redes sociales se percibe mucho desencanto y mucha desilusión con Alfredo Casero, a raíz de sus declaraciones que conducen –si es que llevan a alguna parte- a una cloaca del tamaño del Monopolio. En este sentido, creo que es al ñudo detenerse en ellas, y en cambio me parece más productivo reflexionar en torno a aquel dictamen bíblico que desaconsejaba erigir, y adorar, ídolos de arcilla. Con lo cual quedaba todo dicho, ya que nadie en su sano juicio (y ni siquiera un copista de las Sagradas Escrituras) se iba a poner a nombrar uno por uno a los impostores del pasado, del presente, y del porvenir.

Quiero decir: Casero no es el primero en ponerse servil, ni seguramente será el último en tener una agachada fatal. En todo caso, es representativo de una época en la cual los pibes no encontraban referentes en la política y sí en programas televisivos orientados –preferentemente- a la juventud. De allí se derivó la estudiantina como enfermedad infantil de la democracia burguesa, lo cual ya es mucho decir. Pero con un agravante, porque cada nueva generación tiene el deber histórico de enfrentar y superar dialécticamente a la generación de sus progenitores. Y, en cambio, esta “juvenilia” berreta dejó sus impostadas transgresiones en la puerta de entrada de los canales de tevé. O, en el mejor de los casos, votando a esa versión partidaria de “rebelde way” que fue la Alianza.

Pero, mientras tanto, la máquina de fabricar idolatrías sigue funcionando a pleno, y entonces es probable que sigamos comprando (menos que antes, pero incorporando al fin) alguna que otra estrella fugaz. Destinada, claro, a alcanzar su cenit, pero también a caer hacia su nadir. Lo señalo -a riesgo de ser antipático- porque bien podría suceder que un día equis, por un quítame de allí esas pajas, hasta Bombita Rodríguez se “baje” del Proyecto. Y podrá parecernos un bajón, podrá enojarnos y podremos putear de lo lindo, pero sería más que interesante que ciertas “defecciones” no nos sorprendan tanto. Porque la naturaleza misma del formidable momento histórico que vivimos hace que, en la medida que se afecten intereses, algunos se disgusten, otros se indignen, y otros se chiven muy mal y se pasen de vereda con armas y bagajes.

Y mientras eso pase (y de seguro seguirá pasando), serán muchos más los  que se sumen porque sólo el movimiento nacional asegura que exista, como decía Scalabrini, “un pequeño horizonte para cada esperanza”.

Por Carlos Semorile.

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