miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Lo volverían a hacer?

Estamos transitando una formidable etapa histórica en que las palabras y las cosas están, trabajosamente, volviendo a ubicarse en su lugar. Se trata del retorno de la política, inaugurado por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 cuando dijo frente a la Asamblea Legislativa: “Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. Ante la insolencia del flamante Presidente, los dueños de los emporios comunicacionales pensaron en esmerilarlo parejito y jubilarlo ipso facto. Ahora venimos a enterarnos que nada muy distinto ha venido ocurriendo desde el retorno de la Democracia, siempre -claro- que no pasemos por alto este relato del ex dueño de La Razón, José Pirillo: “Un día Magnetto me manifiesta: ‘Mirá José, vos sos muy honesto pero te voy a explicar algo: los gobiernos duran 6 años, los diarios duramos 100; entonces, la política de los 3 diarios ¿cuál debe ser? Los primeros dos años, sacarle a los gobiernos todo lo que se pueda; los segundos dos años, pegarle para seguir sacándole más cosas; y los terceros dos años, hay que voltearlo porque tiene que venir un gobierno nuevo y recomenzar el ciclo’”. Después de leer este verdadero argumento “vaticano”, habría que preguntarles a nuestros jóvenes cineastas qué esperan para filmar la saga del padrino rioplatense. Si es por el guión, asunto espinoso si los hay, sólo tienen que cortar y pegar. Claro que el final está abierto y depende de nosotros, de querer escuchar, leer y saber: de estar atentos o fingir demencia. Hace un tiempo atrás, aproximadamente en los albores del Bicentenario, la Presidenta le planteó a la sociedad un desafío mayúsculo: hacerse cargo que esa que a falta de un nombre mejor habitualmente llamamos “La Dictadura” (como quien dice: “la más horrenda de todas las que pasamos”), había sido una dictadura “cívico-militar”. En aquel momento, no tuvo mayores repercusiones. Pero luego de que la propia Cristina utilizara la cadena nacional para realizar una brillante síntesis del Informe Papel Prensa-La Verdad, “los dictadores civiles” han quedado al desnudo: detrás de los 3 comandantes, se escondían Magnetto, Mitre y Peralta Ramos. Ellos presionan ahora a la corporación judicial porque saben que allí también se negoció “silencio por sangre”: muchos hicieron carrera gracias a que los grandes diarios nunca informaron verazmente acerca de sus complicidades y/o su participación directa en el Terrorismo de Estado. Nos vendían un prontuario y nos decían que se trataba de un currículum. Sin embargo, la presión más violenta de todas sea probablemente la que el Monopolio viene ejerciendo sobre el conjunto de la comunidad. Más específicamente: buscan reproducir las condiciones de terror bajo las que una buena parte de la sociedad civil prefirió “despistarse”, no creer en la información que se filtraba, escandalizarse por las excentricidades de un pintoresco Idi Amín pero no advertir el genocidio que se perpetraba en su propio país y delante de sus narices. ¿Cómo responderán nuestras capas medias ahora que llega el momento de revisar prolijamente el pasado, con menos omisiones, con más y más nombres saliendo a borbotones de la olla destapada? ¿Lo volverían a hacer? ¿Volverían a mirar hacia otro lado? Lo saludable de esta democracia profunda donde retorna la política, es que cada quien debe posicionarse para encontrar el lugar desde el cual decir una palabra que se corresponda con el tiempo que vivimos. Los “paya-parlamentarios” -versión farsesca y denigrada del hombre que en el ágora busca la verdad y la justicia- representan a esos sectores medios que estarían dispuestos a dar uno de sus miembros antes que mirarse en el espejo de aquel horror cívico-militar para el que todavía no encontramos un nombre adecuado.
Por Carlos Semorile.

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