lunes, 3 de octubre de 2022

El peronómetro y el piolín de yute


 

Uno de los efectos nocivos que produjo la ineficaz moderación de la gobernanza de Alferdez, ha sido una sangría de compañeros que creen encontrar el peronismo perdido en la doctrina pétrea e infalible que Perón habría dejado establecida, de una vez y para siempre, en algunos textos como el manual “Conducción Política”, como si el mismo no fuese hijo de las circunstancias históricas de 1951, circunstancias que ya en 1952 no habrían permitido que el General afirmara las mismas cosas.

 

Tanto rechazo genera la tenaz inacción del presidente balsero que muchos han optado por refugiarse en una suerte de Museo de Nostalgias donde el peronismo está congelado en las postales de su etapa gloriosa, y ello les impide comprender una coyuntura que no está hecha con efigies y que requiere adecuaciones para evitar el abatimiento y la fragmentación que asolan a los movimientos populares de América. 

 

No sólo es un error creer que todos los problemas ya fueron pensados por Perón sino que, como planteaba Rodolfo Kusch, se pasa por alto que “la ventaja del peronismo, que lo convierte en una expresión profundamente americana, estriba en que (…) sigue siendo un partido sin doctrina, sostenido por motivaciones estrictamente emocionales, y cuya extraordinaria coherencia sólo se explica porque todo él está alentado por un requerimiento profundo de lo absoluto, cuya tónica no entra estrictamente en el pensamiento occidental de una clase media (…) El peronismo, por ejemplo, es en el fondo una anti-doctrina porque no dice claramente qué hay que hacer, ya que es el planteo de un nuevo estilo de estar del cual no tenemos conciencia clara pero que presentimos. No se entiende el peronismo si no es a partir de un pueblo que propone, a través de él, un estilo de vida o de estar”.

 

El problema de buscar soluciones estáticas viene de lejos. En “El puchero misterioso”, Guillermo David cuenta que “Durante el Segundo Plan Quinquenal Perón lanzó una campaña de incentivo a la creatividad colectiva aplicada a la industria, la ciencia y la producción. Recibió miles y miles de proyectos de todo tipo que yacen empaquetados en el Archivo General de la Nación, atados con piolín de yute. Entre ellos hay aportes inquietantes (…como) el de un paisano de la Patagonia que en sus días de ocio inventó un aparato, similar a una computadora de tarjetas perforadas en las que se insertan preguntas y respuestas, para detectar al auténtico peronista. Las tarjetas pedían completar frases de la marchita o de las 20 verdades, debidamente codificada en ceros y unos; una especie de detector de mentiras binario orientado a purificar al peronismo de advenedizos, que tanto mal le hacen al movimiento”.

 

Desde luego que este gobierno adolece de políticas peronistas, pero si insisten con el peronómetro se van a ahorcar con el piolín de yute.

 

Por Carlos Semorile.

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