miércoles, 19 de octubre de 2022

De las culturas híbridas a la realidad efectiva

 

(Foto de Kaloian Santos Cabrera)

 

En su trabajo sobre las “Culturas híbridas”, Néstor García Canclini hace un señalamiento crucial sobre uno de los conflictos que el presente le plantea –y uno podría pensar que cada vez lo hace en mayor medida- a la actividad política y su capacidad para resolver demandas de comunidades atravesadas por múltiples sesgos identitarios que no tienden a confluir en una agenda común: “La pérdida del sentido de la ciudad está en relación directa con las dificultades de los partidos políticos y sindicatos para convocar a tares colectivas, no rentadas o de dudosa ganancia económica (…) La emergencia de múltiples reivindicaciones, ampliada en parte por el crecimiento de reclamos culturales y referidos a la calidad de vida, suscita un espectro diversificado de organismos voceros: movimientos urbanos, étnicos, juveniles, feministas, de consumidores, ecológicos, etcétera. La movilización social, del mismo modo que la estructura de la ciudad, se fragmenta en procesos cada vez más difíciles de totalizar”.

 

El ensayo fue escrito en 1990 y actualizado en 2001, con la mira puesta en esta fragmentación de la vida popular en tiempos de modernidad globalizada. Apenas dos años después la Argentina comenzó, bajo el liderazgo de Néstor Kirchner, una inesperada recuperación del movimiento nacional y, bajo su gobierno y luego el de Cristina, el mismo fue capaz no sólo de recuperar la memoria histórica, sino de aglutinar los más diversos reclamos bajo una misma bandera.

 

Sólo así se comprende que luego de 4 años de experimentación neoliberal, y casi 3 de letargo albertista, todavía exista un núcleo de fuerte resistencia a quienes quieren llevarnos al abatimiento, la fragmentación y la desdicha, pero también frente a quienes no son capaces de recuperar la política para pasar de las promesas incumplidas a “la realidad efectiva”. ¿Y qué habría que entender, aquí y ahora, por esa fórmula épica que tantas veces cantamos con orgullo? 

 

La respuesta podría estar en las “Notas sobre Maquiavelo”, cuando Antonio Gramsci dice que “El político de acción es un creador (…que) Se basa en la realidad efectiva, pero ¿qué es esta realidad efectiva? ¿Es quizás algo estático e inmóvil y no sobre todo una relación de fuerzas en continuo movimiento y cambio de equilibrio? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose sobre aquella que se considera progresista, y reforzándola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (o contribuir a ello). El “deber ser” (de la política) es por consiguiente lo concreto o mejor, es la única interpretación realista e historicista de la realidad, la única historia y filosofía de la acción, la única política”

 

Casi no necesitamos decir más porque, de Perón y Evita a Néstor y Cristina, se comprende que el liderazgo popular es “la única política” que se ocupa de lidiar con la realidad efectiva para superarla y transformar el quietismo de una determinada relación de fuerzas. Es lo que pidió la Plaza del 17 para no morirnos de tibieza e insípida hibridez.

 

Por Carlos Semorile.

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