En la política argentina pasa un poco –un poco
bastante, a decir verdad- lo mismo que pasa con el folklore, que está lleno de
“tradicionalistas” que son los dueños de las figuras, de sus legados y de la
exégesis que debe hacerse sobre los mismos. Y quienes controlan los
diccionarios determinan qué cosas pueden decirse, dónde es adecuado decirlas y
cuándo se hace necesario guardar uno de los silencios que, de tan prudentes, se
vuelven cómplices. Hay una cúpula sindical que hasta hace muy poco convocaba a
marchas lánguidas, con una agenda para el decil de más altos salarios y con
planteos salidos de una destituyente usina de mentiras. Luego dejaron pasar como
si nada el veto macriano a la Ley Antidespidos, y hoy mismo estuvieron
negociando un bono navideño. Nos siguen subestimando. La impresionante Marcha
Federal que colmó de pueblo y de demandas “la plaza de nuestras libertades”, debería
servir para volver a discutir los legados y los diccionarios. La verdadera
tradición –Perón y Evita, pero también Néstor y Cristina- es de los que luchan.
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