domingo, 1 de mayo de 2016

“La plenitud del placer” (La Organización Negra y nuestros años felices)



Supimos de ellos cuando Sandra y Sergio estudiaban teatro. Hacían “cosas locas” en el patio del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, ahí en la hermosa casona -venida a menos- de French y Aráoz. Para las elecciones del Centro de Estudiantes se presentaron como la Lista Negra y, a contramano del resto de las agrupaciones, pidieron lo imposible: “asistencia bucodental en el establecimiento/guardapolvo gris en las teóricas/desparasitación de todos los gatos de la enad, sin excepción/enanos de jardín sobre Aráoz (…) ascensor hasta la terraza/pelopincho en ídem/más camponeatos de jámbol”, entre otras reivindicaciones. Aún para quienes entonces éramos militantes de juventudes políticas, los panfletos de La Negra (como pronto comenzaron a llamarse) eran una invitación a pensar más allá de las bajadas de línea. Como dicen hoy, casi 32 años después, ellos planteaban lo que nadie: una toma de posición artística.

Que esa postura desde el arte haya derivado hacia “performances urbanas entre la vanguardia y el espectáculo” (como dice el muy buen ensayo de Malala González), y que esas intervenciones puedan leerse en clave política, no desvirtúa la intención original. Basta verlos –pero también escucharlos- en el luminoso “ejercicio documental” que con amor les dedica Julieta Rocco. Allí siguen siendo rostros y voces que no presumen de ninguna otra condición estelar, como no sea la de haber formado parte de La Organización Negra y sus distintas etapas: la guerrilla teatral urbana, la etapa de Cemento donde –como dicen- “el público era nuestro”, la Tirolesa en el CC Recoleta (que incluyó una intervención policial digna de un sainete), y hasta la apropiación nada menos que del Obelisco, que les sirvió de camarín y del cual tuvieron las llaves. Más todavía: para quienes los vimos allí, LON envolvió de libertad el Obelisco.

Y es que aún siendo medidos y sumamente reflexivos en sus testimonios, los integrantes de LON van dejando perlas que hablan, claro, de su experiencia, pero también de las vivencias de muchos que vivimos aquel tiempo como alcanzando “la plenitud de placer”. Si se lo piensa bien, eso es mucho decir para quienes habíamos pasado años fundamentales de nuestras vidas bajo el oscurantismo de la Dictadura. Pasaba por la recuperación del goce de los cuerpos –las fiestas se sucedían unas a otras como en un carnaval de poseídos-, pero también pasaba por la “felicidad de hacer”. De hacer sin medios ni recursos, ni mucho menos “sponsors”, y sin embargo nos movíamos, viajábamos, proyectábamos y, como esos muchachos hermosos que se ejercitaban en las orillas de la General Paz, finalmente “hacíamos”. Acaso sin saberlo, éramos sobrevivientes, y nos consumían las ganas de “vivir la verdad”.

La Organización Negra sacudió conciencias desde el impacto visual y corporal, y no desde una elaboración intelectual. Pero cada uno es cada uno y cada cual es cada cual, y a mí me sigue fascinando aquella leyenda suya del “Primer sábado de septiembre” de 1984. “Algunos de los integrantes de La Negra paseando por Dock Sud se encuentran con el espectáculo dantesco del Perito Moreno en llamas”. Y es que todos nosotros veníamos de un incendio dantesco e, instintivamente, nos pusimos del lado del placer y de la vida.

Por Carlos Semorile.

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