Hoy, en el blog del Pájaro Rojo, leí un muy buen artículo
del escritor y activista social inglés George Monbiot -“Neoliberalismo: la raíz
ideológica de todos nuestros problemas”- en el que demuestra que la fuerza de
esta matriz filosófica radica en que maneja desde las sombras los destinos de
cada ser viviente: “El neoliberalismo es tan ubicuo que ni siquiera lo
reconocemos como ideología. Aparentemente, hemos asumido el ideal de su fe
milenaria como si fuera una fuerza natural; una especie de ley biológica, como
la teoría de la evolución de Darwin. Pero nació con la intención deliberada de
remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder”. Dice Monbiot que “el
término neoliberalismo se acuñó en París, en una reunión celebrada en 1938” en
la que estuvo el Friedrich Von Hayek, quien seis años más tarde escribió, como
quien confiesa un crimen aberrante, un libro llamado “Camino de servidumbre”.
Pero con este asunto del Centenario del Alzamiento de
Pascua, ando muy irlandesito y recuerdo que, bastante antes que Von Hayek
acuñara el término neoliberalismo, el dublinés W. B. Yeats había alertado sobre
“una tradición de vida -perfeccionada y en parte desarrollada por la gente que
habla inglés- que ha generado gran riqueza y gran pobreza”, y merced a la cual
“cada vida irlandesa era una ruina entre cuyos escombros se podía descubrir lo
que tal o cual persona debería haber sido”. Por su parte, Douglas Hyde, otro
lingüista y además político irlandés, había manifestado su sorpresa por la
facilidad con que los ingleses habían “soportado la pérdida de tantas de sus
tradiciones en nombre del progreso material”. Es decir, perdieron lazos
sociales de integración comunitaria en nombre de un progreso que no llegaba y
dejaba “escombros donde se podía descubrir lo que tal o cual persona debería
haber sido”.
Creo que está todo dicho. En el mundo están los Von
Hayek, Premio Nobel de economía por llamar neoliberalismo a una doctrina ya
existente (“perfeccionada y en parte desarrollada por la gente que habla inglés,
que ha generado gran riqueza y gran pobreza”), y están los Yeats, que forman
parte de un pueblo rebelde cuyos escritores y poetas “cambiaron el mundo de la
palabra”. Y lo cambiaron para la emancipación. Para salir de la servidumbre.
Por
Carlos Semorile.
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