Oliver Sacks (el neurólogo sobre cuya experiencia se
hizo la película “Despertares”) escribió que “el lenguaje no es sólo un
instrumento formal, sino la expresión más exacta de nuestros pensamientos,
nuestras aspiraciones, nuestra visión del mundo”. Ayer, mientras Cristina argumentaba y explicaba las razones
de un acto de gobierno que beneficia a cientos de miles de compatriotas,
algunos caceroleaban. Y me pregunto, ¿cuáles serán las aspiraciones, y qué visión
del mundo tendrán aquellos que tocaron la bocina mientras duró la cadena
nacional (que no escucharon)? ¿Las cacerolas -las de anoche y las que con espontánea furia se disponen para
hoy-, son realmente la expresión más exacta de algún pensamiento? Porque si tal
cosa existe -como creo que existe-, el gran logro de todos estos años de formidables
conquistas materiales y espirituales, es que ese “pensamiento cacerolo” se haya
vuelto inconfensable. Los mismos que degradan la política y continuamente machacan
con un republicanismo careta, no están en condiciones de revelar sus verdaderas
aspiraciones. Ni mucho menos su visión del mundo, que sólo comparte el núcleo
duro de quienes convocan a golpeteo. Al resto (a los que circunstancial y erradamente
acompañan), como en la peli de Robin Williams, hay que ayudarlos a despertar.
Por Carlos
Semorile.
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