En
las postrimerías del neoliberalismo, Jorge Lanata conversó largamente con
Beatriz Sarlo en la tele. Fue en un programa tipo “periodismo serio”: una mesa, dos sillas y la iluminación apenas indispensable sobre un fondo negro. Me
acuerdo poco del conjunto de la entrevista, acaso porque la época no daba más
que para diagnósticos anodinos desligados de cualquier épica transformadora.
Sin embargo, Sarlo produjo un momento disruptivo cuando postuló que tal vez
podría llegar un cambio de la mano de alguna “astucia de la historia”. Con su
habitual sarcasmo, Lanata se le rió en la cara y comenzó a chucearla: ¿qué cosa
era exactamente una “astucia de la historia”?, ¿en qué sujeto histórico encarnaba
semejante entelequia? Sarlo dijo entonces que mientras ellos charlaban, acaso
en ese mismo instante, había alguien reflexionando y escribiendo las ideas que
terminarían con un ciclo histórico y abrirían otro. Lanata porfió en su
escepticismo, pero Sarlo mantuvo abierta la chance de que pudiese producirse un
fenómeno como el que vaticinaba al aire. El resto es historia conocida. Tras el
derrumbe del país virtual, surgió un hecho inesperado y el peronismo -como
dijera Nicolás Casullo- volvió a funcionar como peronismo haciendo, por eso
mismo, que se lo ataque tanto por derecha como por izquierda. Dentro de los
realineamientos del cambio de época, Lanata pasó por el teatro de revistas y
terminó entregando armas y bagajes en la puerta del Monopolio. Por otra parte, no
fue Sarlo quien produjo los trabajos que mejor analizan la emergencia, o mejor
dicho la irrupción del retorno de la política, sino que esos escritos se los
debemos a Ricardo Forster. Ella, ofuscada, olvidó su propio pronóstico y
determinó que ahora “la astucia” va de la mano del cálculo en la maquiavélica
fábrica de imposturas kirchneristas. Así las cosas, Sarlo cierra aquella
discrepancia que la distanciara brevemente de Lanata, y hoy ambos arremeten
contra esta “astucia de la historia” que encarna en sujetos tan
poco potables. Algo de razón tenía el “progre” Lanata de “años ha”: al
vaticinio de Sarlo le andaba faltando carnadura histórica. Pero también
voluntad política para aprovechar esas “vueltas que tienen la vida y la historia”.
Al respecto, hace pocos días decía Cristina en Bariloche: "Y yo digo las
vueltas de la vida y de la historia, pero ojo no son vueltas de la vida y de la
historia que se den solas. Para que la historia y la vida den vueltas hay que
empujar, y hay que saber empujar para qué lado: para el lado de las
transformaciones, de las inclusiones, de las reparaciones". Pocas veces,
con excepción de Juan Perón, un estadista fue tan claro al presentar públicamente
los dilemas con los que se enfrenta el decisionismo estadual ante situaciones de
extrema fragilidad. ¿Podrá comprender la Sarlo toda la dramática que se resume
en las palabras de la Presidenta? ¿O habrá que encontrar aquel video en el que
pedía por un giro de la política que llegase de la mano de alguna “astucia de
la historia”? El futuro llegó, Beatriz. Hace rato.
Por Carlos Semorile.
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