Algunos miembros de
la congregación de los padres Palotinos se sentían identificados con la
Teología de la Liberación y su opción por los pobres, y como parte de ese
proyecto habían abierto una misión en la localidad de Los Juríes, en Santiago
del Estero. Tras el Golpe de Estado, el padre Alfredo Kelly había denunciado en
un sermón que se estaban rematando los bienes robados a los desaparecidos y que
algunos feligreses de San Patricio habían participado de ello. Poco tiempo después,
Kelly fue asesinado junto con los sacerdotes Alfredo Leaden y Pedro Duffau, y
los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. La masacre fue llevada
adelante por un Grupo de Tareas de la ESMA en las primeras horas del 4 de julio
de 1976 en la parroquia de San Patricio, ubicada en la esquina de Estomba y
Echeverría, en pleno barrio de Barrio R. Junto a los cadáveres, los militares
dejaron una leyenda: "Estos zurdos
murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes".
El único
sobreviviente fue el entonces seminarista Roberto “Bob” Killmeatte, pues al
momento de la masacre se hallaba estudiando teología en Colombia. Sus
superiores le ordenaron no regresar a Buenos Aires, pero Killmeatte regresó a
los dos meses en busca de respuestas al asesinato de sus compañeros. Fue
enviado a Roma, pero se las ingenió para volver a la Argentina, y entonces lo
mandaron a Irlanda, donde se dedicó a difundir lo que había sucedido entre los
aspirantes y seminaristas de la congregación palotina de la isla. De regreso una
vez más a Buenos Aires, fue enviado a Los Juríes, la antigua misión de la orden
en Santiago del Estero, donde se dedicó a organizar a los pequeños productores
y campesinos. Cuando sus superiores le ordenaron abandonar la zona, Killmeatte
se retiró del sacerdocio, se casó, tuvo dos hijos, y armó una cooperativa de
pequeños productores en Bariloche.
El periodista
Eduardo Kimel, quien en su libro La Masacre de San Patricio cuestionó el
accionar del Poder Judicial, cuyas maniobras dilatorias aseguraban la impunidad
de los criminales, fue el único condenado por los hechos. Según Kimel, la
masacre tuvo dos características distintivas: fue el ataque más importante
sufrido por cualquier comunidad de la Iglesia Católica en la Argentina en toda
su historia, y en vez de secuestrar y desaparecer a las víctimas, se procedió a
dejar sus cuerpos acribillados dentro de la casa parroquial. Se trataba, pues,
de generar un mensaje al interior de la Iglesia Católica: un mes más tarde fue
asesinado el obispo Angelelli. El caso de Kimel llegó a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, cuyo fallo a favor del periodista recién fue reconocido
durante la presidencia de Cristina Fernández, quién impulsó la despenalización
del delito de calumnias e injurias.
(Durante un acto realizado el 29 de mayo de 2012, la presidenta Cristina Fernández señaló que el señor que la acompañaba en el estrado, el único sobreviviente de la Masacre de San Patricio, era inglés. La réplica de Roberto Killmeatte no se hizo esperar: “¡Irlandés!”).
Por Carlos Semorile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario